lunes, 24 de diciembre de 2018

UN RELATO


Iba a escribirles otro rollo macabeo, pero un amigo me ha contado una anécdota que intentaré relatarles de la manera más ajustada posible…. Perdonen si no se ajusta literalmente a lo que me relató, pero comprendan que los años hacen estragos en las neuronas y uno tiene a reescribir lo que debería ser detallar…. Utilizaré el presente, que es como me lo narró, pero asuman que sólo es una pequeña técnica para no alejarme mucho de lo que escuche….

“Me dirigí a un centro comercial; estaba todo iluminado, iba feliz, se había acabado el trabajo y tenía por delante unos días de vacaciones. Siempre los reservo, ¿sabes?, porque desde que era pequeño tengo ilusión cada vez que llega la Navidad. Además, es todo tan bello…. Aunque los días se acorten, aunque el sol se oculte pronto, parece que según se esconde, nacen estrellas en las calles, en las casas, en las tiendas. Iba yo, disfrutando del ambiente festivo, y, aunque siempre hay torpes, tiendo a considerar que esas eses que algunos hacen, las tengo más producto de festejo por las fechas que se aproximan que por otro motivo. Te decía, sí, que no me disperse, que iba yo a comprar… ¡Ah! No te lo había dicho, espera…. Verás, suelo poner un Belén pequeño y un árbol grande… Sí, no me mires así, soy de los que aún pongo ambos… El Belén es pequeño porque mi casa no es muy grande y un Belén que se precie necesita espacio, mientras que el árbol crece en altura. En cualquier caso, siempre pongo el árbol junto al Belén… Sí, no me mires así, se que en Belén no había abetos, y menos de plástico, que yo cuido la naturaleza, pero cada uno decora su casa como quiere, ¿no me puse la crees?

Bueno, pues miraba el árbol y, no sé, faltaba algo. Miraba, le volvía a mirar… De verdad, puedo asegurártelo, estaba como un bobo mirando mi árbol y sí, faltaba algo…. Así que me puse la cazadora y fui a buscarlo… Ahora te sitúas, ¿verdad?; si no seas memo, mira, árbol, decoración, miras y, falta algo.No me digas que nunca te has lanzado a la calle a la búsqueda del último retoque… ¿No?, ¡Qué raro!, bueno igual es que tú lo pones en compañía, y lo que uno no pone, lo pone otro… Bueno, ¡Da igual!, cada uno en su casa sabrá…. Yo ví que faltaba algo, así que me puse la chupa y fui a buscarlo….

Iba tan feliz por la calle, ¿Qué por qué?, pero oye, ¿tú eres un bicho raro?. Mira, es Navidad, todo es mejor, hasta los cabritos que me hacen imposible la vida todo el año, me desean lo mejor… ¿Qué?, si, yo creo que lo sienten de verdad… Ya sé que en unos días se convertirán otra vez en una pandilla de puercos, pero… no sé, creo que por unos días saben que eso no está bien…. Mira, no me llames iluso, que no es eso…

Bueno, lo que te contaba, salí, me fui dando un paseo…. ¿Has visto que bonitas están las calles? Ya podían estar así todo el año… ¿Consumo? Pero bueno, ahora salen de los del ahorro energético. En menuda nenaza te estás convirtiendo…. No me fastidies, que con cuatro leds más o menos no se altera nada. Bueno, pues eso, que iba yo disfrutando por la calle… ¿Te he dicho ya qué bonito está todo? Sí, ¡Ah!, perdona, es que me encanta…. Bueno, por donde iba… ¡Es verdad!... Perdona, es que estoy muy nervioso y salto de tema.

Llegué a las puertas del centro comercial. No tenía muy claro adónde iba, pero cuando llegué pensé que era el sitio adecuado… Fíjate, sólo entraban y salían personas llenos de paquetes. Parecían camellos de los Reyes Magos, eso sí, la mayoría con una cara que serviría para condimentar pepinillos… No sé, supongo que estarían cansados. Oye, no me llamas ingenuo, no te pases… Pues eso, entraban, salían, cargados, hasta arriba mira tú…. ¿Felices? Oye, ¿qué te pasa? Me preguntas cosas muy raras… Supongo, la verdad es que no les pregunté, pero si iban a comprar cosas para las personas que quieren, lo suyo es que vayan felices… ¿No?, vaya… Y entonces, ¿para qué las compran? No se, ¿Estamos tontos? Mira, yo no voy a comprar nada si no lo siento… ¿tú si?

Oye… ¿Me pasa algo en la cara?, ¡Ah! Bueno… Pues como te decía, entré en el centro como pude… Me recordaba a mis tiempos de Facultad, de uno en uno y con el DNI en la boca, sí, mira, ni las sardinas. Todos apretujados, y no ibas, increíble, casi me llevaban en volandas. Flotaba, levitaba, no sé, el caso es que avanzaba y vi a una chica muy mona… Pude bajarme de la oruga humana, eso sí, pisando algún pie suelto, que eso de soltarse no es fácil. Bueno, cuando ví a la señorita la pregunté dónde se encontraban los abalorios, decoraciones. Me dijo lo de siempre, sí lo de siempre, al fondo a la derecha, una planta menos. Nunca he sabido cómo es posible que todo siempre esté al fondo a la derecha. ¿Tú sí?, ¡Ah! Debes de ser muy listo, porque a mí no se me ocurre. No sé, supongo que al fondo a la izquierda habrá algo, ¿no?

No sé cómo, pero conseguí llegar a la escalera. Cuando llegué, sí, al fondo a la derecha, estaba todo lleno. Había muchas decoraciones. Luces por todas partes, tantas cosas que no sabía en dónde buscar… Iba de estante en estante, miraba, sacaba cosas, y estaba disfrutando de verdad… Todo era tan bonito… Mucho, había de todo, pero no encontraba lo que buscaba. ¡Qué quieres que te diga! Estos chinos trabajan a destajo, llena todo de todo, pero no estaba lo que quería. Un chico, amanerado, un poco pegajoso, bastante amanerado, se me acercó. Sí era de la tienda. llevaba un cartelito en la pechera, por eso lo sé. Dentro de poco se lo pondrán en la frente, cuenta con ello. Me vio mirando las cosas y creo que pensaba que quería sisar algo. Oye, no me mires así, que yo no he trincado nada que no sea mío en mi vida. ¡Ah! Vale, es que tienes un tic. Vale, no me había dado cuenta hasta ahora.

Se lo dije. Oye, ni la niña del exorcista. Si se que es esa la reacción se lo suelto a mi suegra. Sí, entró en shock. Me miró muy raro. Ahí tuve que sospechar, pero, verás, yo sólo buscaba una decoración. Sólo eso; ¿te parece tan raro? A mí no, pero es que ya no sé. Bueno, ví que se apartó de mí. Pensé, este se cree que tengo la lepra… Oye, dos metros atrás, y casa tira a una anciana y a dos niños. Ví que se acercaba el reloj a la boca, el reloj, te lo juro, y empezó a farfullar. Me dieron ganas de llamar a alguien por si estaba sufriendo un infarto, pero no, estaba muy entero. Quizás la gomina le mantenía de pie, pero ahí estaba… De repente llegaron dos bigarros, sí, estos de uniforme, dos seguratas, pero no de los habituales. Eran dos armarios con patas, como te lo digo, y se me acercaron, pero, oye, curioso, como si me tuvieran miedo. Sí, ya sé, que mido menos que la horiga atómica con casco, pero, de verdad, se acercaron con cuidado. Uno de ellos, con la cara blanca, se me acercó. Me habló bajito, tanto que no le entendí. Habló más alto y me preguntó lo que buscaba. No entendía nada… Le repetí lo mismo que al dependiente amanerado. No era cuestión de cambiar la versión, pero ganas me dieron de decir que nada e irme a otro sitio. Uno es cabezón, ya lo sé.

No te lo creerás, pero me dijo que si les acompañaba. No, no me agarraron; ¿raro? Sí, pero parecía que era un apestado. Si llego a ir con un bazooka, creo que no habrían estado tan apartados.

Les acompañé, y empecé a pensar que no entendía nada. Es raro ir con un armario delante y otro detrás. Menuda gilipollez… Pensaba en lo que sentiría una camisa Y, oye, no hacían más que mirarme y cuchichear. En serio, parecían dos viejas en los años 80 viendo Jesucristo Superstar. Que sí, ¿por qué me miras así? ¡Ah! El frío, claro….

Estuve así un buen rato. Y yo no sabía que hacer. Estos me miraban, yo les miraba, el vendedor mutante, ¿por qué mutante? No sé, porque de ser tan amanerado, parecía de vaselina, de verdad… Espera, no me despistes, ¿qué te decía? ¡Sí!, mira, toso observándome, y a ellos, que parecía una pecera.

Y en esto que entran dos policías. Muy educados, eso sí, pero me miraron raro… Uno incluso con lástima, de verdad. Era una policía, no idiota, policía chica. Me dio la impresión que me miraba como si fuera su hijo. A mí, que podía ser su padre.

El compañero habló con los dos seguratas y, oye, no paraban  de mirarme raro… No sé, igual me parecía a algún terrorista. Me pidieron que les acompañara. El que estaba más alejado le pidió a su compañera que me pusiera las esposas, pero le miró, movió los hombros, y sólo me agarró del brazo. Yo a esas alturas no sabía lo que estaba pasando, pero, mira, de repente me encontré en un coche en marcha con lucecitas. No, esas no eran de Navidad. Iba a toda leche, lo que te cuento, y sin darme cuenta estaba en Plaza de Castilla. No pude llamar a nadie… No sabía lo que pasaba, y, según me decían estaba esperando a un abogado antes de declarar. Oye, ¿sabes que es todo muy desagradable? ¡Ah!, es verdad, que tu no te dedicas a eso. Pues sí, estaba en un calabozo con menudos pintas. Tenía esperanzas… Todos salían a declarar y no volvían. Según me dijo un tío apolillado, canoso y curtido, estos a su kelly… No se que hacía yo allí, y pensé que era un mal sueño…

De repente entro un picoleto. Oye, y ¿por qué todos me miran con pena? Este igual… Ya frisaba años, pero me miró con pena. No sé, me sentí indefenso. Algo me dijo de oficio, ¡Ah! Eso, del turno de oficio… ¿Qué abrevie? Claro, las fechas… Pues eso, que tengo juicio rápido en dos días y me han dejado suelto porque el Juez pidió valoración forense, sí forense, un informe psiquiátrico…

¿Conoces algún abogado que me pueda defender? ¡Ah! ¿No te lo había dicho?, pues sí, sólo buscaba un ángel para el árbol que pusiera `Amor´”

Confieso que le miré con pena, apunté el teléfono de un compañero penalista, le deseé feliz navidad y me alejé corriendo

        


           


                                                                                   Madrid 24 de diciembre de 2018