jueves, 5 de junio de 2014

LUCES, SOMBRAS Y ABISMOS

Han pasado ya las elecciones europeas, estas que no tenían apenas importancia, en la que las habituales vacuidades diseñadas por estrategas de medio pelo intentaban adormecer al sufrido y exprimido ciudadano español. Según les oía, poco todo hay que decirlo, recordaba un párrafo de El miedo a la libertad de Erich Fromm, que decía: “Los métodos de propaganda política tienen sobre el votante el mismo efecto que los de la propaganda comercial sobre el consumidor, ya que tienden a aumentar su sentimiento de insignificancia. La repetición del slogan y la exaltación de factores que nada tienen que ver con las cuestiones discutidas, inutilizan sus capacidades críticas”. ¿Están ustedes de acuerdo? Yo, ¡qué quieren que les diga!, completamente. La casta política, habituada y acostumbrada a reírse del ciudadano, colocan a los más aburridos candidatos, a los elefantes más desgastados, en ese retiro áureo que suponen los escaños europeos, como si fuera un premio por no se sabe muy bien que servicios prestados.. Me dirán que hay excepciones, y convengo en ello con ustedes, pero la norma es aquella, y las elecciones sólo suponen un pulso más en la lucha política nacional, autonómica o municipal, bombardeando una vez más (son incansables al desaliento, oiga), al sufrido contribuyente, al arruinado ciudadano y a cualquier incauto e infeliz habitante de nuestra esquilmada Hispania.

Sin embargo, estos cegatos intelectuales, estos rompetechos políticos, subidos en sus poltronas, viajeros de primera, ausentes de la realidad social, no previeron que estas elecciones eran más, mucho más, que una simple elección a un lejano y desconocido planeta fantástico del que sólo se conocen algunas normas, casi siempre molestas, pocas de sus responsabilidades y muchas de sus prebendas. Y digo fantástico no sólo por los sueldos, qué también, sino por la percepción, correcta o no, de ser una institución que sólo tiene realidad virtual en tanto y cuanto de vez en cuando aparecen en los papeles y poco más. Y mientras en las urnas estaba en juego la valoración de los partidos, la fortaleza de los secesionistas, la salubridad del sistema democrático, estos a por uvas, que mientras sean llevárselas, da igual que estén verdes.

Y así, amanece el día después. Permítanme pues que les haga mi personal valoración. El hundimiento del PP y del PSOE es obvio, aunque ambos partidos han seguido veredillas distintas para encajarlo. Mientras el PP silba en la vía, se pone de perfil, y habla de comunicantes y comunicadores, que igual podría parlar del sexo angelical, el PSOE se apresta a cambiar algo para que no cambie nada, es decir, que los barones de siempre decidan que cambiando a uno todo seguirá igual. Lo cierto es que más de dos millones de votantes de PP se han quedado en casa planchando oreja o haciendo lo que les plazca, porque son conscientes de que lo mismo da unos que otros porque todos van a por la cartera, los del PSOE se han ido al monte a englobar las huestes de la izquierda extrema. Mientras el PP hace su política favorita, es decir, no hacer nada salvo que fuese acogotar a los ciudadanos de clase media y esperar que una ligera mejoría de la economía le haga el milagro de recuperar sus votos, el PSOE se apresta a lo mismo de siempre, hablar de cambio para que no cambie nada.

¿Piensa el PP recuperar esos votos de la clase media cuando la han laminado? ¿Cree que los jubilados, los funcionarios, los profesionales, los pequeños empresarios van a olvidar su gestión? ¿Considera que esa clase media machacada va a volver a confiar en ustedes por miedo a la izquierda? Creo que no… O buscarán otras opciones, presentes o futuras (y miedo me dan las futuras que estén por venir) o se quedarán en su casa haciendo lo que ustedes conocen tan bien, es decir, mirar al tendido sin hacer nada.

Y el PSOE, ¿considera que sin expurgar a fondo las corruptelas, los ERES, los chiringuitos, las baronías, va a recuperar a los votantes huidos? Por más que se escore a la izquierda, por más que diga, por más motos que venda, el engaño a los votantes ya está hecho, el tufillo a corrupción les acompaña, el incienso de poder les cobija, y más de lo mismo los ciudadanos no quieren.-

Las otras fuerzas políticas, salvo los partidos secesionistas que salen fortalecidos y el fenómeno podemos, pinchan también. UPyD toca techo electoral, porque si con la tormenta que padecemos crece tan poco, es obvio que no engancha al votante, que no se decide a ver como alternativa a esa opción, y ya que no es un voto ideológico (para el que aún piense que la ideología aún existe en la política), igual que han venido se irán. VOX no traba el descontento del PP, así que el ciudadano prefiere quedarse en casa haciendo calceta, o lo que les vaga, a cumplir con su deber moral de ejercer el voto; en resumen, tampoco ha sido una opción creíble que ilusione a los votantes cansados de la gestión del PP. Ciudadanos es un reflejo de lo expuesto para las dos anteriores en cuanto a consideración ciudadana, casi podemos hablar de siamés; caen muy bien, como el chico que todas dicen que es muy majo, pero que ve cómo se van al baile con los niños malos. Por último, IU crece a costa del PSOE, evidente, pero con un voto “escala”, es decir, un votante que le ha dado miedo un voto más radical, no por contenido, sino por la incertidumbre de su utilidad; más le valdría repasar la mentalidad de Anguita y alejarse de retóricas frentepopulistas, porque para eso ya hay otro maromo en el corral. Todos estos partidos deben hacer examen, revisar su estrategia, dejar de tocar campanas al vuelo (al menos algunos). Deberían, si me permiten decirlo, reflexionar sobre la deriva del voto, alejar a paniaguados a la espera del pesebre de su órbita y tomar decisiones, no sea que en la marejada que se está creando desaparezcan del mapa político. Y quiero que sepan que lo digo con cariño, porque sinceramente creo que en la mano de estos partidos pequeños y democráticos está gran parte de la solución de los problemas de España, siempre y cuando cambien muchas de sus actitudes y huyan de los modelos ya quemados. Sus estructuras aún no están tan anquilosadas para no poder corregir la deriva.

And the winner is… Ya lo saben ustedes. Gana un movimiento radical que ha lanzado al personal a la calle; gana la intolerancia más extrema; gana la ideología izquierdista más caduca. No es para extrañarse ni para sorprenderse. Más cornadas da el hambre, más duele pagarse los medicamentos para el cáncer, más grave es tener que pedir que abran los colegios en julio y agosto para que haya niños españoles que puedan comer una vez al día, más terrible es ver la corte de corruptos impunes con las cuentas en Suiza y prefiero no seguir para conservar mi estabilidad mental, o la que me queda aún.

Estos resultados evidencian no sólo desafección hacia los partidos políticos, que sería lo de menos. Señalan el hastío, el hartazgo, la ira de los ciudadanos. Si en el anterior artículo les dije que la transición había fallecido con Suarez, estas elecciones me han dado la razón. Los resultados son un ataque directo al sistema político actual que obliga a cambios estructurales inmediatos o al estallido del sistema democrático. Porque o bien se ponen las pilas, enchiqueran a todo chorizo político viviente que pulula por el País, modifican las instituciones para dotarlas de transparencia y eficacia, reducen las cargas fiscales que sólo sirven para blindar sus pesebres, reducen el tamaño del Estado demencial que sufrimos, devuelven la independencia a la Justicia, dejan de repartirse cargos y prebendas, o pueden convertirse en multitud los que ahora se manifiestan llevando a cuestas la bandera tricolor que nace en el cantón cartagenero sublevado contra la legitimidad democrática de la I República (cuyo primer Presidente fue catalán, paradojas de la historia española). Y si en la sede de los partidos piensan que el miedo traerá las ovejas de nuevo a su redil, yerran, porque la más leve brisa puede tumbar su cortijo de adobe. Quizás no sería malo que esta casta dejara de leer libros sobre como enriquecerse a costa de los demás y miraran algo libro de historia, y comprendieran que cuando se empobrece al ciudadano, cuando se restringen los derechos, cuando se ejerce de casta, cuando los problemas se pudren sin resolverse no sea que los privilegios se pierdan, se suele terminar mal, muy mal, y, a veces, en regímenes totalitarios de derecha o izquierda, o en una sucesión de ambos. Someta usted a la población a un shock prolongado como el que estamos viviendo, permita que se haga con la nación española un experimento de restricción de derechos, y puede encontrarse con que la apatía de unos formen una yunta con la indignación de otros.

Ahora elijan. O lo arreglan o serán culpables del estallido. El aviso ya está dado y si no hacen caso, recaiga sobre ustedes los efectos de su irresponsabilidad.