martes, 18 de abril de 2017

EL FANTASMA DEL TRASTERO

Ya lo comenté en un anterior blog. Abandonado el camino de la política, esquivada la senda de pretender compartir inquietudes del presente, sólo queda mirar al pasado para quizás entender que hay hoy, y que habrá mañana. Debo confesarles que ya sólo me interesa un mañana pequeño, limitado, aquel que pueda garantizar a los que vengan tras mí seguir en la senda que me señalaron mis ancestros.

En estas estoy, no les engaño, cuando han llegado a mis manos, en este mes de marzo, dos libros, dos libros atípicos, dos incunables raros, dos joyas del libre pensamiento, dos en un mes. Rara avis, lo sé, pero dos joyas en papel que honestamente creo que deberían ser de obligada lectura por nuestros bachilleres, y lo que les digo, no es baladí. A nuestros hijos, a nuestros descendientes, les señalan libros “profundos”, libros de lo políticamente correcto, de la verdad oficial, del pensamiento único, libros que están acordes con lo que se considera que deben de pensar, sentir y ver. En nuestro mundo la discrepancia se persigue, el diferente es raro, es un mundo feliz en el que nos llevan a ese mundo en el que dormitamos ahítos de soma, de mensajes único.

Sé que nunca figuraran en los planes de estudio, quizás porque los que lo diseñan no leen más que periódicos deportivos o resúmenes de prensa, o quizás porque no les interesa nada. Este es el mundo en el que viven, disfrútenlo, pero de forma doble, una por el mundo en el que están viviendo y otra por el mundo que dejarán a sus hijos. Y si llega un momento de incertidumbre, recuerden, la palabra mágica es soma, es decir, más propaganda, más panfletos, más intoxicación…

De una de esas obras escribiré más adelante; de la otra versa esta entrada. ¿Cómo terminó en mis manos? Bueno, les hago un pequeño resumen. En una asociación cultural, de la que tengo el gusto de pertenecer (Club Encuentros con la Historia), se hizo una exposición sobre la leyenda negra. No les digo nada nuevo si les confieso que me gusta la historia, que pretendo conocer un poco más de ella, que considero que la historia es a los pueblos lo que la vida pasado a las personas, es decir, una mochila de vivencias, actitudes, sombras y luces, que configura nuestro presente y esboza nuestro futuro. De igual manera que una persona que ignora o se engaña a sí misma sobre su pasado, va en el camino de repetir una y otra vez errores pasados, el pueblo que olvida o se deja engatusar sobre lo que ocurrió va camino a un desastre colectivo.

Dando vueltas en la cabeza a la exposición y debate, tropecé con un libro en una librería, titulado Imperiofobia y Leyenda Negra, de María Elvira Roca Barea, y les traigo un párrafo que dice “Los muros invisibles dentro de los que viven las autojustificaciones del protestantismo, la superioridad indiscutible de las razas nórdicas y el ego social de Francia están construidos con los ladrillos de la leyenda negra. Cada generación, según su necesidad, va a añadir un capítulo nuevo para convencerse de que ellos están en el lado bueno, porque dejaron a los malos en la otra orilla”. Y no, no es sólo un libro de historia, es un magnífico ensayo que arranca en el odio a los Imperios, y hace un análisis de los orígenes de la leyenda negra, de la campaña de manipulación y mentira realizada desde los humanistas italianos, pasando por los protestantes ingleses, holandeses y alemanes, continúa en las falsedades extendidas por la Ilustración y finaliza en nuestros días. Y por si fuera poco, ameno y claro. Incluso si no le gustan los libros de historia, este le va a apasionar, porque no es un libro de historia, o mejor dicho, es más que un libro de historia.

No les voy a hacer una sinopsis de la obra, sino unas reflexiones sobre la misma, que ignoro si son las pretendidas por la autora, porque creo que en el momento en que un libro está en la mesa de un lector, toma vida propia en su cabeza, y las reflexiones, sentimientos y pensamientos que genera ya no están bajo el control de su creador. Lo cierto es que nunca asumí como propia la leyenda negra; a poco que se rebusque, la falsedad de los hechos, era, para mí, bastante obvia. No con el nivel de conocimientos de la autora, pero sí los suficientes para que despertara sentimientos de desprecio respecto a los extranjeros que tan alegremente la comentaban. No me malinterpreten, tampoco pensé en una historia de cuento de hadas, asumía una historia dura, con luces y sombras, pero en el que el bagaje de los hechos era enormemente positivo, más si se compara con las políticas racistas, genocidas y ladronas de las expansiones inglesas, belgas, francesas, holandesas y, en la medida que han podido, alemanas. Ese desprecio se tornaba indignación cuando el propagador era un español de este o del otro lado del charco, retroprogres estúpidos, de diversa condición, ideología y plumaje, que, sin saber de lo que hablan, repiten, cual papagayos, un soniquete que han oído y no han cuestionado, y son voceros, conscientes o no, de una mentira. El verdadero problema de la leyenda negra no es lo que se diga en el extranjero, es la asunción que hemos hecho los hispanos de ambos lados del charco de la misma; nos hemos tragado una mentira, una cómoda mentira, que evita pensar en cuál es nuestra responsabilidad en el presente.

            Pero lo que nunca había llegado a considerar que todo era una campaña orquestada, conscientemente divulgada y mantenida, una descalificación permanente, un auténtico experimento social. ¿Sólo para erosionar el Imperio Español?; creo que la autora se ha quedado corta, porque ese engaño sigue permitiendo a las respectivas oligarquías, las mismas que se rebelaron contra el Imperio español, en sus versiones contemporáneas, mantener un engaño sobre sus propias poblaciones y que van a determinar el futuro de todos. Sí, también es un libro sobre el futuro de la sociedad occidental.

            Sólo discrepo en una reflexión del libro; considera que nada hay en los españoles de ahora de los españoles de antes. Creo que se equivoca; si una leyenda negra se mantiene con tal fuerza es porque el riesgo se percibe aún. Sólo manteniéndola se genera una indefensión social aprendida que se manifiesta en una vergüenza colectiva a manifestarse como español, pero la vergüenza es a manifestarse, no a serlo. Es un complejo a lo que te pueden decir, no a lo que se es, sensación que reduce la confianza y que quizás termine cumpliendo esa conclusión. Pero por ahora, sí, creo que queda mucho, aunque cada vez más letárgico….

            Compren el libro, sobre todo, intenten que sus hijos lo lean. Ya es hora de empezar a erguir la cabeza, a asumir y enorgullecerse del pasado, de limpiar el trastero de tanto fantasma. Espero que lo disfruten tanto como yo.