Esta noche es Nochebuena, y por
unos días, quiero llevar a la práctica la tregua navideña, la tregua de Dios.
Días habrá en el año que viene para seguir con esta voz que clama en el
desierto, pero en estos días, como nuestros ancestros, quiero guardar la tregua.
Ya sé que algunos de ustedes pensarán que esas treguas no eran más que un
ejercicio de hipocresía, para, una vez finalizada, matándose con más saña aún
que antes. Permítanme que no esté de acuerdo con el que piense eso. Las treguas
no eran un ejercicio de hipocresía, eran la esperanza de un mundo mejor, era la
voluntad en los corazones de que el Niño que nacía sirviera de ejemplo para
hacer un mundo mejor. No hace demasiado, en las sangrías que desolaron Europa
el siglo pasado, más de una Nochebuena los cañones callaron, las ametralladoras
enmudecieron, y los soldados, en sus hoyos, en sus trincheras, pensaron que un
mundo mejor vendría… ¡Ojalá Mamá naturaleza diera ese respiro a los que sufren,
a los que mueren! Una tregua de unos días en este tiempo en que los espectros
se esconden.
En
años anteriores les escribí sobre el Nacido, sobre los Magos… Este año es
tiempo de pastores, y pensando en ello, releí un pasaje del Evangelio Apócrifo
del Pseudo-Mateo que decía así
“Porque unos pastores afirmaban a su vez que habían visto a medianoche ángeles
cantando un himno, loando y bendiciendo al Dios del cielo, y diciendo que el
Salvador de todos, el Cristo, había nacido y que en él debía Israel encontrar
su salvación”. Y es tiempo de pastores porque hoy, igual que ayer, son esos
pastores los que han soportado la avaricia de los poderosos, la explotación de
los indignos, las corruptelas de los malvados. Son esos pastores los que llevan
a sus espaldas el futuro, los que con su sangre y su sudor, con su sufrimiento y
su dolor, con su angustia, mantienen la sociedad cohesionada, mantienen la
llama de la patria, vencen las desgracias y siguen adelante, creyendo en un
futuro mejor que se conseguirá por ellos, y cómo no, por el Nacido. Unos
pastores palmo a palmo reconquistaron la Hispania de los godos; unos pastores
levantaron un país arrasado por una guerra, unos pastores con su ganado, con su
arado o con su honda, dan el futuro a los que vendrán. Y esos pastores son los
mismos que reconocieron en el Nacido a uno de los suyos, la estrella que señala al que ha de salvarles, o mejor dicho, de ayudarles a salvarse. Los que me
conocen saben que aunque soy creyente, pío y devoto poco (sólo un poco menos
español que aquel que oí decir que era ateo, eso sí, ateo católico como Dios
manda, en fin, las contradicciones de la vieja Piel de Toro), pero que estoy
convencido que la justicia social, la igualdad, la solidaridad no son monopolio
de una ideología, ni es necesario lucir bufanda roja al cuello, sino que es
patrimonio del alma; los pastores lo saben. Así que por mucho que los poderosos
digan, por mucho que los avaros giman, por mucho que los farsantes prometan,
los pastores saben que la luz anuncia
justicia, trae esperanza, da luz, y un futuro mejor en la que tanto chisgarabís
no tendrá cabida.
Sólo
quiero desearles felices fiestas, y una opinión. Si en su vida aparece una
estrella que les marca un rumbo, que les da felicidad, que da plenitud a su
vida, atenla a su corazón, no se desprendan de ella, que les lleva por buen
rumbo, y, sin en ocasiones no la ven, no se agobien, sólo son sombras. Nubes molestas
que pasarán. Olvídenlas, ignoren a los siniestros que les rodean, obvien a los
espectros, sigan esa luz que estoy seguro les lleva a la verdad en su vida. ¡¡Feliz
Navidad!!