jueves, 2 de junio de 2011

EL PEPINAZO


Estaba escuchando la radio esta mañana y me vino al recuerdo una frase que hace tiempo leí en la novela “Escrito en un dólar" que decía "donde no llega un español con la mano, llega con la punta de su espada..."; tiempo después me enteré que la novela había recogido la frase que dijo un embajador español ante la corte de Luis XIV. Claro, que en la España de la Alianza de civilizaciones, con un gobierno inepto al frente del cual está un noqueado Presidente mil sonrisas, creo que debido a los últimos acontecimientos, deberíamos renovar una frase que pretende dejar siempre el pabellón español bien izado.

            Y los motivos son obvios... La máxima dirigente alemana procede de la antigua zona comunista; zona fría sin duda, en donde se dan pepinos pequeñitos y extremadamente ácidos. Y aunque se dice que el tamaño no importa, es de todos sabido que el tamaño de las hortalizas, especialmente en el fruto pulposo y cilíndrico de la cucurbitácea, la longitud, grosor y calidad es de la máxima importancia. Así que la ilustre mandataria, sorprendida ante el tamaño y calidad de los pepinos españoles, criados al sol, con esmero y delicadeza, no podía permitir esa grave ofensa ante los rudos pero chiquititos pepinitos teutones. Así pues, sin pruebas y con envidia, con la más recia tradición de la raza aria pepinil, hay que exterminar al sufrido, jugoso y dulce pepino español; y así, se lanza el anatema para que deje de paladearse este exquisito fruto en toda Europa, porque, incluso en los duros años 40, sin duda alguno un puñado de españoles demostraron en la Germania de entonces y en las duras estepas rusas, la calidad del pepino hispano.

            Puede que además, la historia más reciente, inmediata, esté contribuyendo a la calumnia y la injuria que debemos hacer nuestra todos los españoles. Sabemos que nuestras costas, nuestras playas, son zonas apreciadas por los alemanes, que son sin duda bienvenidos y espero que se sientan bien tratados. Ahora bien, siempre puede haber excepciones... Se me ocurre, que la dirigente que con más ahínco ha propagado, sin prueba alguna, y demostrando la vacuidad de esa eficiencia germana de la que tanto presumen y de la que sin duda, visto lo visto, carecen, puede que haya visitado nuestro país. La canícula es época de excesos, de desmelene; el calor del sol, la brisa del mar, el amanecer, una noche estrellada, es época de perdición contra la que ya nos avisaban en el colegio los Hermanos Maristas. Y quizás, esta prócer, haya sufrido algún empacho debido al pepino hispano, que para algunos repite si se consume en exceso, y otras veces simplemente crea frustración si no se suministra como uno espera. Si hubiera ocurrido así y si fuera hija de la piel de toro, ya sabría que puede prepararse en un gazpacho, en el que el totum revolutum afina los sabores del pepino, en una ensalada, en la que destaca por su sabor, o en cualquier forma culinaria que quisiera llevarse al gaznate... Así que pienso que una mala experiencia en la cata del pepino ha podido generar una frustración y un rencor larvado, que ha estallado en estos críticos momentos, en los que se acerca el estío y sin duda los recuerdos veraniegos; puede también que su paladar no estuviera acostumbrada a tamaña exquisitez, o simplemente que sin atreverse a probarlo, recatada, timorata, viera con envidia a otros compatriotas probando tal delicia gastronómica.

            Sin duda alguna, nunca sabremos la verdad... Pero que el pepino español ha sido zarandeado, vilipendiado, ofendido e insultado por estas lejanas descendientes de las valkirias, es un hecho, y quizás debieran arrepentirse y probar, si no lo han hecho antes, este fruto que ahora es prohibido en esos lares brumosos.

Pues lo dicho, propongo que de ahora en adelante se diga que donde no llega un español con la mano, llega con la punta del pepino.