martes, 14 de septiembre de 2010

GOTAS DE ORIN CORREN POR MIS CALLES…

Tomando un café con un amigo me vino a la memoria la novela Fahrenheit 451, y eso que no hablábamos de los fuegos económicos que arrasan España sino de un tema, aparentemente más inocuo, que del edificante ejemplo cultural mundial que supone la noche en blanco madrileña, pasmo y admiración de la cultura occidental y que sin duda generará numerosas tesis doctorales en las más eminentes universidades del mundo sobre el alto nivel cultural y cívico de los madrileños y de sus autoridades, especialmente del Alcalde, impulsor de la medida. La novela planteaba una sociedad en la que el cuerpo de bomberos se había reconvertido en un cuerpo de incineradores de libros; su mera tenencia estaba perseguida, en una sociedad tecnológica, vacía y aborregada en el que la lectura implicaba una rebeldía insoportable; los perseguidos lectores, personas mal vistas socialmente, inconformistas críticos apestados, conservaban el patrimonio cultural aprendiéndose de memoria los libros, con la utópica intención de, en futuro lejano, poder recuperar ese bagaje que otros quemaban. Lo terrible de aquel futuro no era la existencia de un poder político que pretendiera destruir los libros (que ya se sabe que es habitual conducta de dictadores y demagogos) sino la aceptación y conformidad de la sociedad, que denunciaba a tan terribles delincuentes.-


Y comentábamos la hipocresía de la sociedad, en la que una Ministro del Gobierno prohíbe que se venda bollería industrial en los colegios, mientras contemplan impasibles la debacle que sufren los menores, acecinados entre mares de alcohol. Diga usted que sí, limite las facultades de los padres, pero no impida que los jóvenes salgan del instituto y vayan a la tienda del todo a cien más cercana y cojan unas cuantas litronas de cerveza, que todo sea por la salud de los adolescentes; y por supuesto, prohíba que los adultos fumen en presencia de los menores es espacios públicos, que ya vendrá alguna ambulancia a recogerles en una de estas idílicas noches de alcohol, tabaco y drogas.-

Y en esa bacanal de hipocresía, mendacidad y cinismo entra nuestro muy admirado Ayuntamiento, antagónico de los piratas caribeños, que cuantos más se empeñan estos en enterrar tesoros, más se esfuerza aquel en buscarlos en el subsuelo de Madrid, que ya se sabe que todo es esperable de las corrientes marinas. Y así, nuestro munícipe dirigente organiza una noche en blanco con la muy sana y lúdica intención de que los madrileños, especialmente los mas jóvenes, cojan una melopea monumental, pero no una merluza discreta, no señor, sino una cogorza pública, vociferante y social, Todo ello con sus complementos añadidos de pintadas, basura arrojada a los edificios, vomitonas, y ríos de meadas que bajando por la calle San Bernardo amedrentarían hasta al mismo río Ebro. Y de fin de fiesta, adolescentes tirados por las calles en estado etílico; sí señor Alcalde, una fiesta cultural de órdago. ¿De verdad se cree usted lo que dice a los ciudadanos?; ¿En serio piensa que esto es una actividad cultural? O una de dos… O usted no se entera de nada, con lo cual debería irse de su cargo, o bien usted está engañando a los ciudadanos, y debería entonces tomar las de Villadiego, o como se dice en el foro, achantarse, abrirse o darse el piro.

El que la capital de España sea un gigantesco urinario debería llegarle hasta sus mismísimas narices, y el estado de los edificios tras el festuki dice mucho de la cultura y educación de la sociedad. Y por mucha alta tecnología que ponga para la limpieza de las calles, no se olvide que esa tecnología, esas horas extraordinarias, las pagamos los madrileños con sus impuestos y sus multas, y si tengo que financiar alguna pítima que sea un tablón propio y no un pedo ajeno, ¿no le parece?

Estoy seguro que muchos de los que lean este artículo piensen que soy un moralista retrógrado y arcaico. Lo lamento, pero están en un error; creo en la libertad individual, en la de ser un moralista o un libertino; me es indiferente que una persona coja una borrachera, esnife hasta la línea de un córner, o lea un libro tranquilamente en el salón de su hogar. Las decisiones individuales son eso, decisiones de sujetos libres, que sólo están limitadas por no quebrantar las leyes y por no interferir en la decisión de otro sujeto libre. Si usted quiere emborracharse, no me parece ni bien ni mal, pero siempre y cuando permita ejercer a otro ciudadano su derecho a dormir y descansar, o retozar en paz con la parienta si ese es su deseo, y siempre y cuando no se encuentre con la fachada de su casa o de su negocio rebosante de mierda pura y dura.

Lo grave de la actuación de nuestros dirigentes es que su actuación es maliciosa; convertir algo inocuo socialmente, como es que un ciudadano individualmente (o con un grupo de amigos) se emborrache, en algo normal y patrocinado públicamente, no es, ni más ni menos, que embrutecer a la sociedad, llenar las conciencias de una mezcolanza de alcohol y desmadre, para evitar que piensen en lo que están haciendo estos políticos que nos dirigen; y si encima se dirige a los jóvenes, a los que engañan de forma reiterada, diciéndoles que son la generación mejor formada de la historia, pues miel sobre hojuelas, no sea que piensen en esta pandilla de mentirosos. Convertir a Madrid en la capital cutre europea, en una inmensa atarjea, no es más que un intento de hacer olvidar a los ciudadanos que vamos a la ruina gracias a estos politiquillos de tres al cuarto. Claro, que se que ustedes gozan de la complicidad de una sociedad que ve lo anormal como normal, y que cualquier día quemará los libros y denunciará al que lea. Mientras llega ese momento, al menos sean sinceros y valientes, y declaren el día nacional de la borrachera, el día de todo un país con una tajada espectacular, y, para cumplir con el rito obligado, se marcaría con el espíritu olímpico que caracteriza a Madrid, la hora de la meada pública y finalizaría con la vomitona global. Al menos sean valientes y coherentes. Después de la estupidez del bautizo y de la primera comunión laica, recuperen el 16 de marzo como el día de Baco, y cerremos el país por borrachera olímpica. Con la resaca preceptiva, podríamos quemar algún libro, que el toque cultural no puede faltar…

Y si le quedan fondos después de la limpieza precisa, contrate a algún artista de la ceja, y que versione aquella canción de los ochenta, de tal forma que empezase “ríos de orín, corren por mis calles, Madrid…”.

viernes, 10 de septiembre de 2010

NO TE PONGAS ESTUPENDO

Cuando leí Luces de Bohemia, tengo que decir que me inspiró una especial ternura Max Estrella, y, en mi opinión, una muy justificada repulsión Latino de Hispalis. Mi abuela, mujer del campo segoviano, expresaba una de las ideas que me transmitió aquella obra con palabras distintas, cortas, directas y francas, como son las de la gente de Castilla, que para eso era territorio de hombres libres. Me decía, amparada en esa enciclopedia de sabiduría que es el refranero español, “Dios me guarde de mis amigos, que de mis enemigos me guardo yo”.


Y no sé la razón, pero las pocas neuronas que me quedan debieron entrar en una especie de orgía sináptica, y me recordaron esta obra mientras escuchaba lo que decía el Presidente del Gobierno. Quizás sea un cortocircuito neuronal debido al esfuerzo inmenso, sin duda causado por mis limitaciones, de intentar entender que dice, o que intenta decir, el jefe del Ejecutivo de esta Nación que antes de su llegada al poder se llamaba España, y que cuando se vaya, ya veremos lo que deja tras su paso.

Y lamento pensar que esa simpatía que me inspiraba el protagonista bohemio, cuando se trata de los intereses nacionales y de la defensa de los ciudadanos españoles, se torna en indignación, estupor, hastío y decepción cuando la persona que rige nuestros destinos más parece sacada de una novela del esperpento que de la vida política española, aunque, según como se mire, los ejemplos que tenemos, salvo muy dignas excepciones, no dejan mucho espacio a la ilusión.

Si en los años 80 me hubieran vaticinado que un Presidente del Gobierno español compararía el futuro de los españoles con el de un muñeco gigante de un bebé, figura en mi opinión bastante cutre y con un rictus desagradable, hubiera enviado con urgencia al augur a un psicólogo, psiquiatra, sacerdote, rabino o especialista adecuado en la sanación de mentes o almas… Pero si la profecía hubiera sido que ese mismo Presidente, iba a calificar de amigo al responsable del apaleamiento de ciudadanos españoles que se manifestaban por la independencia del Sahara, sin ninguna duda, habría pasaportado al vate al psiquiátrico más cercano, para una adecuada revisión y puesta a punto de su cabeza. Pero ahí estaba nuestro flamante y sonriente Jefe del Ejecutivo, en la tierra del sol naciente, afirmando la amistad con Marruecos y afeando la conducta de ciudadanos españoles que solicitaban el cumplimiento de la Resolución de las Naciones Unidas, mientras que Sony anunciaba el cierre de su fábrica en Cataluña para aupar a este estadista a la champions league del desempleo europeo; desde luego no podremos quejarnos de que no hay cooperación internacional con España. Como diría un castizo, “estás que te sales, Pepeluí”. Sólo estoy esperando que vaya usted a La Noria a informar adecuadamente a los ciudadanos de sus planes políticos y económicos, y ese creo que será el momento en que tenga que pedir, en algún país medianamente serio, asilo político para mantener mi estabilidad mental personal.

Decir que es amigo de España un país teocrático, que permanentemente reivindica zonas del territorio español, que envió soldados a invadir nuestro territorio soberano, que es el puerto de salida de la emigración ilegal, que se niega a cumplir las resoluciones de Naciones Unidas sobre una antigua colonia española, que permite que se apalee a ciudadanos españoles que se manifiestan por la independencia del Sahara, que bloquea la ciudad de Melilla, es de una ceguera tal, que miedo da pensar quien está planificando nuestra política exterior. De Marruecos, lo máximo que se puede decir es que es un país vecino, y dado que tenemos fronteras comunes, que habrá que intentar llevarse más o menos, siempre y cuando el prestigio del Estado y nuestros intereses no se vean amenazados. Lo mismo que diría un buen padre de familia de ese vecino molesto en la Comunidad en la que vive y que hay que aguantarle por intentar conseguir una convivencia pacífica. La debilidad en política exterior no suele terminar bien; las contemplaciones con países hostiles suelen terminar mal para los ciudadanos, que al final, pagan con su sangre y esfuerzo los errores de los políticos. Coja algún libro de historia, de esos que ya no se utilizan, y compruebe usted mismo en que terminó el talante, sin ir muy lejos, de aceptar la anexión de los Sudetes.

Claro, que la misma frase la oí a la portavoz del Partido Popular que parece olvidar que el anterior Presidente del Gobierno tuvo que enviar a unidades militares para desarmar y devolver a Marruecos a los soldados invasores. El silencio y la tolerancia se convierten en complicidad cuando está en juego la seguridad de los ciudadanos. Triste panorama y negro futuro nos espera como no cambie la inercia del voto de los españoles.

No me queda otro remedio que decir, pensando en la obra de la que tanto disfruté, aunque con un regusto amargo en la boca, estáis estupendos.