viernes, 10 de septiembre de 2010

NO TE PONGAS ESTUPENDO

Cuando leí Luces de Bohemia, tengo que decir que me inspiró una especial ternura Max Estrella, y, en mi opinión, una muy justificada repulsión Latino de Hispalis. Mi abuela, mujer del campo segoviano, expresaba una de las ideas que me transmitió aquella obra con palabras distintas, cortas, directas y francas, como son las de la gente de Castilla, que para eso era territorio de hombres libres. Me decía, amparada en esa enciclopedia de sabiduría que es el refranero español, “Dios me guarde de mis amigos, que de mis enemigos me guardo yo”.


Y no sé la razón, pero las pocas neuronas que me quedan debieron entrar en una especie de orgía sináptica, y me recordaron esta obra mientras escuchaba lo que decía el Presidente del Gobierno. Quizás sea un cortocircuito neuronal debido al esfuerzo inmenso, sin duda causado por mis limitaciones, de intentar entender que dice, o que intenta decir, el jefe del Ejecutivo de esta Nación que antes de su llegada al poder se llamaba España, y que cuando se vaya, ya veremos lo que deja tras su paso.

Y lamento pensar que esa simpatía que me inspiraba el protagonista bohemio, cuando se trata de los intereses nacionales y de la defensa de los ciudadanos españoles, se torna en indignación, estupor, hastío y decepción cuando la persona que rige nuestros destinos más parece sacada de una novela del esperpento que de la vida política española, aunque, según como se mire, los ejemplos que tenemos, salvo muy dignas excepciones, no dejan mucho espacio a la ilusión.

Si en los años 80 me hubieran vaticinado que un Presidente del Gobierno español compararía el futuro de los españoles con el de un muñeco gigante de un bebé, figura en mi opinión bastante cutre y con un rictus desagradable, hubiera enviado con urgencia al augur a un psicólogo, psiquiatra, sacerdote, rabino o especialista adecuado en la sanación de mentes o almas… Pero si la profecía hubiera sido que ese mismo Presidente, iba a calificar de amigo al responsable del apaleamiento de ciudadanos españoles que se manifestaban por la independencia del Sahara, sin ninguna duda, habría pasaportado al vate al psiquiátrico más cercano, para una adecuada revisión y puesta a punto de su cabeza. Pero ahí estaba nuestro flamante y sonriente Jefe del Ejecutivo, en la tierra del sol naciente, afirmando la amistad con Marruecos y afeando la conducta de ciudadanos españoles que solicitaban el cumplimiento de la Resolución de las Naciones Unidas, mientras que Sony anunciaba el cierre de su fábrica en Cataluña para aupar a este estadista a la champions league del desempleo europeo; desde luego no podremos quejarnos de que no hay cooperación internacional con España. Como diría un castizo, “estás que te sales, Pepeluí”. Sólo estoy esperando que vaya usted a La Noria a informar adecuadamente a los ciudadanos de sus planes políticos y económicos, y ese creo que será el momento en que tenga que pedir, en algún país medianamente serio, asilo político para mantener mi estabilidad mental personal.

Decir que es amigo de España un país teocrático, que permanentemente reivindica zonas del territorio español, que envió soldados a invadir nuestro territorio soberano, que es el puerto de salida de la emigración ilegal, que se niega a cumplir las resoluciones de Naciones Unidas sobre una antigua colonia española, que permite que se apalee a ciudadanos españoles que se manifiestan por la independencia del Sahara, que bloquea la ciudad de Melilla, es de una ceguera tal, que miedo da pensar quien está planificando nuestra política exterior. De Marruecos, lo máximo que se puede decir es que es un país vecino, y dado que tenemos fronteras comunes, que habrá que intentar llevarse más o menos, siempre y cuando el prestigio del Estado y nuestros intereses no se vean amenazados. Lo mismo que diría un buen padre de familia de ese vecino molesto en la Comunidad en la que vive y que hay que aguantarle por intentar conseguir una convivencia pacífica. La debilidad en política exterior no suele terminar bien; las contemplaciones con países hostiles suelen terminar mal para los ciudadanos, que al final, pagan con su sangre y esfuerzo los errores de los políticos. Coja algún libro de historia, de esos que ya no se utilizan, y compruebe usted mismo en que terminó el talante, sin ir muy lejos, de aceptar la anexión de los Sudetes.

Claro, que la misma frase la oí a la portavoz del Partido Popular que parece olvidar que el anterior Presidente del Gobierno tuvo que enviar a unidades militares para desarmar y devolver a Marruecos a los soldados invasores. El silencio y la tolerancia se convierten en complicidad cuando está en juego la seguridad de los ciudadanos. Triste panorama y negro futuro nos espera como no cambie la inercia del voto de los españoles.

No me queda otro remedio que decir, pensando en la obra de la que tanto disfruté, aunque con un regusto amargo en la boca, estáis estupendos.