Me asaltan las dudas, tengo que
confesárselo; por un lado la emoción, por otra la razón. Este artículo no es
fácil de escribir, porque se entrechocan sentimientos, ideas, pensamientos… En
un intento de comprender lo que está ocurriendo he empezado a leer un magnífico
libro, “El choque de civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial”, de
Samuel P. Huntington y aunque todo lo que llevo avanzado de esta obra me hace reflexionar
y me llena de congoja, quiero compartir con ustedes un párrafo de esta obra.
Dice así: “En este nuevo mundo, los conflictos más generalizados, importantes y
peligrosos no serán los que se produzcan entre clases sociales, ricos y pobres
u otros grupos definidos por criterios económicos, sino los que afecten a
pueblos pertenecientes a diferentes entidades culturales”.
Las
imágenes que nos han suministrado, con la que nos han bombardeado, las que
asaltan desde hace días nuestras casas, imágenes que no pongo en duda, son
escalofriantes, hielan el corazón. Los medios de comunicación, en España al
menos, se han centrado en dramas humanos que desgarran las entrañas. Somos una
nación tremendamente emocional, Quijote y Sancho, fácil a la pasión inmensa,
la buena y la mala; es una de nuestras virtudes y también de nuestros defectos.
Somos excelsos e ínfimos, capaces de grandes gestas y de ruindades sin
parangón. A golpe de esto se forjó nuestra historia, nuestra gloria y nuestro
declive. Es nuestra forma de ser, y no me gustaría que fuera de otra forma,
aunque no estaría de más que moderáramos nuestros ramalazos, que una ducha fría
racional de vez en cuando no nos iba a cambiar, pero sí a refrenar.-
Les
digo esto porque entre el bombardeo mediático, las tragedias vistas, contadas y
relatadas, la razón, seguro que ya un poco avejentada, lanzaba interrogantes,
uno, otro, otro, y la tormenta era de tal magnitud que necesité volcarla en
papel, compartirla con ustedes y esperar encontrar en algún momento una
respuesta, si es que existe.-
Pero
las cartas sobre la mesa… El lector que haya tenido la paciencia de seguir este
blog, por lo que seguro se ganará un buen lugar en la otra vida, conoce mis
reticencias con la cultura islámica. No es una cuestión religiosa, que cada
cual es muy libre de rezar al Dios, o la manifestación de Dios en la que crea,
o de no creer en nada en absoluto; no, es una cuestión del entramado vital de
los pueblos, de siglos de evolución, de aporte de ideas, de creencia en valores;
no se trata de la consideración de superioridad absoluta de una civilización
sobre otra, sino de mi profunda creencia que nuestra civilización occidental es
en la que quiero vivir; los siglos de evolución occidental basados en el
pensamiento griego, romano y cristiano, los matices medievales, la explosión
del renacimiento, la ilustración, el pensamiento liberal, la época de las
revoluciones, la sangre vertida en las masacres del siglo XX, en resumen,
siglos de historia que nos hacen ser y sentir como occidentales. Y guste o no,
la cultura islámica sigue otras vías, otros cauces, y sus valores son
incompatibles con los nuestros, al menos en este momento histórico que tenemos
que vivir. No sé qué cultura es superior, no hablo de valores absolutos, hablo
de en qué cultura quiero vivir. Y creo que como occidentales, nuestra
obligación no es convertir a nadie, sino mantener nuestros principios, nuestras
ideas, nuestra cultura, para nuestros descendientes, y que ellos puedan conservarlos
y desarrollarlos sin tener que volver a subirse a las peñas en Asturias y con
el refugio de la Santiña recuperar lo que ya tenían, lo que era suyo, y nosotros
perdimos. Pero esta reticencia a otra civilización no es incompatible con la
obligación de prestar ayuda a otros seres humanos, sean quienes sean, y tengan
la mochila cultural que sea. Como ven, las cartas ya están en el tapete, así
que les invito a compartir mis dudas…
Les
comentaba anteriormente el impacto que sufrí al ver las espeluznantes imágenes,
pero, honestamente, parecían servidas ex profeso para generar una respuesta.
Las víctimas que huían de la guerra y los perversos policías que les impedían
llegar a tierra segura… Lo malo es que la memoria me traía a la mente imágenes
parecidas de guardias civiles intentando hacer lo que ahora les toca a otros: Mantener
la integridad de las fronteras de una Nación y cumplir los acuerdos
internacionales que garantizan la libre circulación de los ciudadanos europeos.
Ya sé que habrá a quien le entre un sarpullido nervioso al oír hablar de
Nación, que este es país de mindangos en la que sale gratis silbar al himno
nacional o decir majaderías del estilo que Roma fue grande cuando los catalanes
llegaron a Roma. Que sean políticos nacionalistos
o jugadores de futbol, me trae al pairo, porque la incultura, la ignorancia en
medios públicos sólo debería recibir un autismo social y ni medio minuto más.
Pero a lo que iba… Recibimos imágenes, pero… ¿todas? He visto imágenes de los
refugiados tirando comida y agua que les proporcionaba los cuerpos de seguridad
de un Estado europeo a las vías del tren, y les invito a mirarlas, pero no se
molesten en buscar en los canales españoles, ahí no las encontrarán, ¿por qué?.
He
vuelto a mirar las imágenes de los refugiados. Sinceramente, personas que huyen
de una guerra, de matanzas, de crímenes, se encontrarían en una situación de
vulnerabilidad física y psicológica. Me pongo en esa situación, y pienso que
cualquier lugar en la que mi vida y la de mi familia no estuviera amenazada me
parecería el paraíso terrenal. Miren la fotografía que encabeza este artículo
de refugiados europeos tras la II Guerra Mundial. Sin embargo, veo las imágenes
que nos ponen y me parece que se está recreando las mismas que ya vimos en la
primavera árabe o en cualquier manifestación anti occidental en un país
islámico. Si ustedes miran las imágenes, y quitan la hipnotizadora voz de los
periodistas, ¿piensan que corresponden a
personas en situación de indefensión o a manifestantes reclamando derechos en
unos países que no son los suyos?
Miré
un mapa, y me extrañó la ruta seguida… Un refugiado quiere volver a su casa.
Está desubicado, tiene miedo, pero no quiere abandonar su hogar. Busca un sitio
en donde la diferencia de costumbres, de trato, no sea un abismo, salvo que
esté dispuesto a romper con su pasado y asumir como propia la nueva
civilización a la que se dirige, que no es el caso. Sin embargo, bordean países
de cultura islámica y se dirigen a Occidente, sin pretender asumir el sistema
cultural occidental. Y yo me pregunto, si fuera refugiado y tuviera que huir de
nuestro país, ¿iría a Arabia Saudí o querría ir a Portugal, Francia o
Hispanoamérica, en donde me sentiría más integrado culturalmente?
Sigo
pensando… Es cierto que Grecia, Macedonia, Serbia o Hungría no son los países
con una renta per cápita más alta de Europa, pero, miren ustedes, si abandono
mi país por una guerra, he perdido todo, y llego a un país europeo en el que se
me garantiza la vida, alimentos, sanidad, más de los que tenía de donde vengo,
¿exigiría ir a un destino concreto, como si tuviera una ruta ya trazada? ¿Tengo
derecho a exigir un destino? Esa actitud sólo la he visto una vez, y fue en
reportajes sobre la marcha de los judíos a Israel tras la II Guerra Mundial,
pero ellos no se consideraban que fueran refugiados a Israel, estaban cambiando
su papel de refugiados de las masacres nazis a colonos de un nuevo Estado.-
Me
ha llamado la atención también la ausencia de beligerancia con su país de
origen, con los que se recrean en las masacres… ¿Han oído a algún refugiado
pidiendo una acción internacional en su país? ¿Han escuchado peticiones de
intervención que restaure la paz que parece que han perdido? Si ustedes repasan
los conflictos civiles desde la Guerra Civil española hasta nuestros días, los
refugiados pedían siempre una intervención internacional que les devolviera su
seguridad, la de su vida y la de sus familiares, ¿recuerdan las peticiones de
los croatas, o de los ucranianos, por no ir a la de los refugiados españoles tras
la Guerra Civil? Pero de eso yo no he oído nada… Quejas sobre el país al que
están llegando, que trata de identificar, regular y controlar el flujo de
personas que están desbordando sus fronteras, todas, pero críticas contra la
situación en su país ninguna. Sinceramente, ¿les parece normal?
Actitudes
reivindicativas, rutas trazadas, exigencias, desprecio de la ayuda, falta de crítica
sobre su país… ustedes, ¿Qué piensan? ¿Son refugiados o emigrantes, son
personas que huyen o colonos? ¿quieren integrarse o imponerse?
Que
hay una crisis humanitaria es clara, pero, ¿es ésta la solución? Los mismos que
aplaudieron la primavera árabe son los que se rasgan las vestiduras con lo que
ella trajo… Pero se las rasgan y ya… Y
ahora, ¿qué? ¿Pretenden solucionar el problema no en donde se produce sino
abriendo las fronteras? Y después, ¿qué? Y cuando lleguen, ¿qué? Y cuando vengan
más, ¿qué?
Preguntas,
preguntas, preguntas… No sé qué piensan ustedes pero yo navego en un mar de
dudas, y creo que si nos ocupáramos de nuestras responsabilidades familiares (y
me refiero a nuestros primos de allende los mares) y de nuestras
responsabilidades coloniales (y me refiero a saharauis y guineanos) haríamos
más justicia a nuestra cultura y a nuestra civilización. Quizás no tenga
sentido lo que digo, espero que las decisiones que se están tomando sean las
correctas, pero hoy, 11 de septiembre (¿se nos ha olvidado ya?), no me gustaría
que despertáramos del sueño en que parece que vivimos los occidentales y nos
encontráramos viviendo en nuestras calles la pesadilla que vemos en algunos
estados islámicos.