martes, 22 de abril de 2014

EVOLUCION E INVOLUCION

 Ha llegado Semana Santa y con ella la primavera. Puede que les parezca muy previsible, pero para mí es un buen momento para reflexionar sobre la vida y la muerte; en esas estaba, leyendo el libro El Legado de Darwin, Qué significa hoy la evolución, de John Dupré, y un párrafo ya leído volvía una y otra vez como una tonadilla pegadiza que nos vuelve a la memoria insistentemente; el párrafo en cuestión dice así: “Pero para invalidar por completo el argumento del diseño sólo debemos señalar que la evolución proporciona una explicación muchísimo mejor que recurrir, de manera totalmente vaga, a un creador del que no se sabe nada en absoluto”. Las consecuencias causales que implican, de admitir esta premisa, arrojan una sombra sobre el futuro que nos espera. El autor, y toda una escuela que le acompaña, no sólo científica sino también ideológica,  no llevan hasta sus últimas consecuencias sus propios argumentos, pero espero me permitan reflexionar con ustedes sobre lo que entiendo serían las únicas conclusiones finales posibles de su argumento. Quiero aclararles, para no llevar a error a ningún paciente lector, que no comparto ni sus planteamientos ni sus conclusiones, que tampoco tengo ningún problema con la Teoría de la Evolución y que, por mi parte, no siento ningún complejo por estar emparentado con el resto de la Creación, pensando, como pienso, que la vida que nos rodea es un milagro que pocas veces valoramos. Pero no se trata de que les hable de mis creencias, que entiendo que poco les interesan, sino más bien de una interpretación de la Vida que nos da una explicación nítida de la crisis que nos asfixia, máxime si unimos esos planteamientos a un sistema económico desbocado e inhumano.
                                                                                                    
Para llevar al final su planteamiento, asumo, al menos temporalmente, como verdad la hipótesis y todas sus argumentaciones, que ya saben ustedes que el pulpo es un maravilloso animal de compañía. Así, síganme si les place en su premisa y veamos adónde nos llevan. Para ello, creamos que la vida se inicia por una serie de reacciones químicas, en una salsa primigenia, una mahonesa de partículas químicas que aparecen no se sabe cómo ni de dónde, y, que en un momento determinado, por esta causa tan científica que supone el puro azar, a base de combinarse y recombinarse, provocan la vida; en resumen, que usted, su gato y el dinosaurio que ha visto en el cine es producto del capricho de una pizca de carbono, un chorrito de oxígeno, un poco de fuego, y queda el bicho rico, rico, rico. Y una vez cocinada la vida, la ley de la evolución actúa desde ese momento de forma inexorable favoreciendo a los seres que mejor se adaptan a su entorno, en una lucha implacable por la supervivencia. Siguiendo esta línea, sin otra explicación, convendrá conmigo en que toda la evolución es exclusivamente una adaptación al medio, y que todo, absolutamente todo, el desarrollo de los seres vivos, es un puro instrumento para garantizar esa supervivencia y adaptación. Pero por favor, no juegue al regate que suelen utilizar; cuando hablan de todo el desarrollo no piense sólo en las alas de un pájaro, en la postura erguida del humano, o en el cuello de la jirafa. Así que, más que nos pese, tendremos que hablar también de los desarrollos cognitivos y emocionales de los seres vivos.

Y si seguimos en esta línea, no tengo más remedio que concluir que toda creación mental sólo es un instrumento más para garantizar la adaptación y la supervivencia, un mero producto químico, una salsa tártara de sinapsis y oligoelementos. Como no pretendo dispersarme demasiado, para continuar con la reflexión, pensemos sólo en el animal humano. Si sólo hay una evolución basada en la materia física, si todos los procesos son una mera adaptación al medio tendente a la supervivencia del individuo y de la especie, estará conmigo en que los elementos inmateriales sólo son creaciones fácticas tendentes a este fin. Así, todas las construcciones mentales inmateriales no pueden tener ninguna referencia ajena a esa propia evolución. No vale sacar lo inmaterial por la puerta y querer imponer unos valores como absolutos metiéndolos por la  ventana, so pena que hagamos la pirueta de pensar que un gazpacho de productos químicos van a provocar unos valores inmutables y eternos. Llegados a este punto, olvídense de los principios que ustedes se creen. No existe lo bueno y lo malo, salvo que entiendan que lo bueno es lo que garantiza la adaptación y la supervivencia, y lo malo lo que la perjudica. La honradez, el honor, la dignidad, la libertad, la justicia, la solidaridad, el amor, la equidad, la justicia, la búsqueda de la verdad, y tantas concepciones y creencias, no tendrían sentido alguno. No existe bondad ni maldad, sólo mera supervivencia y adaptación. El asesino, el corrupto, el ladrón, el mentiroso, sólo trata de mejorar sus posibilidades de supervivencia; y eso a nivel individual. A nivel de subespecie, sería igual un régimen genocida que uno respetuoso con los derechos humanos, porque le recuerdo que ya no hay conceptos ni valores inmateriales, no hay referentes ajenos, salvo que los busque en un revoltillo del “cheminova”. La moralidad y la inmoralidad mueren para dar paso a un fango de amoralidad  en la que prima el interés individual y el colectivo de determinados grupos sobre otros. El materialismo puede campar a sus anchas porque no hay más ley que la supervivencia.

Y en el terreno económico, la supervivencia y la mejora de las expectativas de cualquier interés serían buenas, porque sólo primaría el beneficio que mejora las posibilidades de enriquecimiento y, por lo tanto, de supervivencia. ¿Una estafa de preferentes?, ¿un desahucio ilegítimo?, ¿un ERE para incrementar una ya abultada cuenta de resultados?, ¿el trabajo infantil y explotado?, consecuencias de la supervivencia en la que ya no queda ni el reproche moral porque les recuerdo que esa moral sólo sería un concepto relativo y material.


No, yo no puedo aceptarlo, ni creo que Mr. Darwin lo entendiera así, pero, ¿no se estremecen al pensar que hay quien ha tomado esta  filosofía y la hace ya su norma de conducta? ¿No creen que la pérdida de referentes morales, y por lo tanto inmateriales, nos está haciendo regresar ya a la caverna sin reflejo?