Ha llegado Semana Santa y con ella la
primavera. Puede que les parezca muy previsible, pero para mí es un buen
momento para reflexionar sobre la vida y la muerte; en esas estaba, leyendo el
libro El Legado de Darwin, Qué significa hoy la evolución, de John Dupré, y un
párrafo ya leído volvía una y otra vez como una tonadilla pegadiza que nos
vuelve a la memoria insistentemente; el párrafo en cuestión dice así: “Pero
para invalidar por completo el argumento del diseño sólo debemos señalar que la
evolución proporciona una explicación muchísimo mejor que recurrir, de manera
totalmente vaga, a un creador del que no se sabe nada en absoluto”. Las
consecuencias causales que implican, de admitir esta premisa, arrojan una
sombra sobre el futuro que nos espera. El autor, y toda una escuela que le
acompaña, no sólo científica sino también ideológica, no llevan hasta sus últimas consecuencias sus
propios argumentos, pero espero me permitan reflexionar con ustedes sobre lo que
entiendo serían las únicas conclusiones finales posibles de su argumento. Quiero
aclararles, para no llevar a error a ningún paciente lector, que no comparto ni
sus planteamientos ni sus conclusiones, que tampoco tengo ningún problema con
la Teoría de la Evolución y que, por mi parte, no siento ningún complejo por
estar emparentado con el resto de la Creación, pensando, como pienso, que la
vida que nos rodea es un milagro que pocas veces valoramos. Pero no se trata de
que les hable de mis creencias, que entiendo que poco les interesan, sino más
bien de una interpretación de la Vida que nos da una explicación nítida de la
crisis que nos asfixia, máxime si unimos esos planteamientos a un sistema
económico desbocado e inhumano.
Para llevar al
final su planteamiento, asumo, al menos temporalmente, como verdad la hipótesis
y todas sus argumentaciones, que ya saben ustedes que el pulpo es un
maravilloso animal de compañía. Así, síganme si les place en su premisa y
veamos adónde nos llevan. Para ello, creamos que la vida se inicia por una
serie de reacciones químicas, en una salsa primigenia, una mahonesa de
partículas químicas que aparecen no se sabe cómo ni de dónde, y, que en un
momento determinado, por esta causa tan científica que supone el puro azar, a
base de combinarse y recombinarse, provocan la vida; en resumen, que usted, su
gato y el dinosaurio que ha visto en el cine es producto del capricho de una
pizca de carbono, un chorrito de oxígeno, un poco de fuego, y queda el bicho
rico, rico, rico. Y una vez cocinada la vida, la ley de la evolución actúa
desde ese momento de forma inexorable favoreciendo a los seres que mejor se
adaptan a su entorno, en una lucha implacable por la supervivencia. Siguiendo
esta línea, sin otra explicación, convendrá conmigo en que toda la evolución es
exclusivamente una adaptación al medio, y que todo, absolutamente todo, el
desarrollo de los seres vivos, es un puro instrumento para garantizar esa
supervivencia y adaptación. Pero por favor, no juegue al regate que suelen
utilizar; cuando hablan de todo el desarrollo no piense sólo en las alas de un
pájaro, en la postura erguida del humano, o en el cuello de la jirafa. Así que,
más que nos pese, tendremos que hablar también de los desarrollos cognitivos y
emocionales de los seres vivos.
Y si seguimos
en esta línea, no tengo más remedio que concluir que toda creación mental sólo
es un instrumento más para garantizar la adaptación y la supervivencia, un mero
producto químico, una salsa tártara de sinapsis y oligoelementos. Como no
pretendo dispersarme demasiado, para continuar con la reflexión, pensemos sólo
en el animal humano. Si sólo hay una evolución basada en la materia física, si
todos los procesos son una mera adaptación al medio tendente a la supervivencia
del individuo y de la especie, estará conmigo en que los elementos inmateriales
sólo son creaciones fácticas tendentes a este fin. Así, todas las
construcciones mentales inmateriales no pueden tener ninguna referencia ajena a
esa propia evolución. No vale sacar lo inmaterial por la puerta y querer
imponer unos valores como absolutos metiéndolos por la ventana, so pena que hagamos la pirueta de
pensar que un gazpacho de productos químicos van a provocar unos valores
inmutables y eternos. Llegados a este punto, olvídense de los principios que
ustedes se creen. No existe lo bueno y lo malo, salvo que entiendan que lo
bueno es lo que garantiza la adaptación y la supervivencia, y lo malo lo que la
perjudica. La honradez, el honor, la dignidad, la libertad, la justicia, la
solidaridad, el amor, la equidad, la justicia, la búsqueda de la verdad, y
tantas concepciones y creencias, no tendrían sentido alguno. No existe bondad
ni maldad, sólo mera supervivencia y adaptación. El asesino, el corrupto, el
ladrón, el mentiroso, sólo trata de mejorar sus posibilidades de supervivencia;
y eso a nivel individual. A nivel de subespecie, sería igual un régimen
genocida que uno respetuoso con los derechos humanos, porque le recuerdo que ya
no hay conceptos ni valores inmateriales, no hay referentes ajenos, salvo que
los busque en un revoltillo del “cheminova”. La moralidad y la inmoralidad
mueren para dar paso a un fango de amoralidad en la que prima el interés individual y el
colectivo de determinados grupos sobre otros. El materialismo puede campar a
sus anchas porque no hay más ley que la supervivencia.
Y en el
terreno económico, la supervivencia y la mejora de las expectativas de
cualquier interés serían buenas, porque sólo primaría el beneficio que mejora
las posibilidades de enriquecimiento y, por lo tanto, de supervivencia. ¿Una
estafa de preferentes?, ¿un desahucio ilegítimo?, ¿un ERE para incrementar una
ya abultada cuenta de resultados?, ¿el trabajo infantil y explotado?,
consecuencias de la supervivencia en la que ya no queda ni el reproche moral
porque les recuerdo que esa moral sólo sería un concepto relativo y material.
No, yo no
puedo aceptarlo, ni creo que Mr. Darwin lo entendiera así, pero, ¿no se
estremecen al pensar que hay quien ha tomado esta filosofía y la hace ya su norma de conducta?
¿No creen que la pérdida de referentes morales, y por lo tanto inmateriales,
nos está haciendo regresar ya a la caverna sin reflejo?