Huroneando en una librería hace
un par de semanas me encontré con un
ensayo titulado “Vacas, cerdos, guerras y brujas” de Marvin Harris, y
comprenderán que, con semejante título, no me resistiera ni medio segundo a comprarlo. Y casualidades del
Destino, según oía la invasión rusa de un trozo de territorio ucraniano, leía
un párrafo del mismo que dice así “El estudio de la guerra primitiva nos lleva
a la conclusión de que la guerra ha formado parte de una estrategia adaptativa
vinculada a condiciones tecnológicas, demográficas y ecológicas específicas”. Supongo
que ustedes se preguntarán que de qué guerra hablo, porque no hay guerra alguna
en Ucrania. No, aún no, es cierto, pero la hubo, y me gustaría compartir con
ustedes unas reflexiones.-
Pasada la
mitad del siglo XIX, cuando las guerras napoleónicas eran un recuerdo aún cercano, Europa se configuraba en torno a
cinco grandes potencias: Gran Bretaña, Francia, el Imperio Austriaco (nunca he
entendido por qué le llamaban Austrohúngaro), el Imperio Ruso y el Imperio
Turco. Turquía había sido una lanza clavada en el corazón de Europa durante
muchos siglos, y de eso podrían dar fe nuestros antepasados que se fajaron
durante siglos en las aguas del Mediterráneo. A lo que aquí ha lugar, la
tensión y la lucha eran constantes, con los altibajos, pactos y treguas propias
de la época, en el centro y este de Europa. Turquía era un problema para casi todos
los europeos desde la caída de Constantinopla, y la guerra al turco fue larga y
dura. Pero a mediados del siglo XIX el Imperio Turco se encontraba en fase de
descomposición, básicamente por su falta de adaptación a los cambios técnicos,
económicos, filosóficos y políticos. Dos imperios continentales, Austria y
Rusia, se expandían a costa de la reconquista al sarraceno, liberando a veces, aplastando
otras, pero siempre sojuzgando naciones (las de verdad, no las inventadas por
nuestros muy enajenados hispánicos nacionalseparatistas). Rusia se encontraba
en una fase expansiva buscando la salida al mar Mediterráneo y la creación de
un territorio interpuesto que pudiera absorber agresiones en su zona sur. ¿Han
mirado ustedes un mapa de esa zona con cierto interés? Rusia es una planicie, una pista de carreras
en donde el invasor sólo corre contra el tiempo y el espacio. Las salidas
marítimas del norte son complicadas por el propio clima, difíciles por la
orografía y costosas por el tiempo.-
El Zar
consideró su obligación liberar Europa de los turcos, expandir su territorio y
conseguir esa anhelada salida a nuestro mar; lo trágico de aquellos hechos es
su creencia de que actuaba con la complacencia de las distintas naciones
europeas. Y la guerra estalló, pero no sólo frente al turco, también se encontró en guerra con Francia e Inglaterra
que no querían ver a un ruso paseando por el Mediterráneo, y la neutralidad
agresiva de su hasta hace poco aliada, Austria, que temía una sublevación de
las distintas nacionalidades que configuraban su imperio, muchas de ellas de
origen eslavo. Una guerra casi desconocida en España, que seguimos pensando que
nuestro ombligo es el eje del Universo, pero aunque todavía era del siglo XIX, ya
tenía elementos del siglo XX y avanzaba los horrores de la I Guerra Mundial.
Franceses, ingleses y turcos atacaron en Crimea, porque esa es la llave que estrangula
la salida al Mar Negro, y, por lo tanto, al Mediterráneo. Rusia perdió, es
cierto, pero en la mentalidad rusa quedó grabada una profunda desconfianza
hacia occidente, la imperiosa necesidad de crear satélites a su alrededor, la
consideración de que la fuerza es elemento intrínseco de la política, que el
poder se ejerce, y que los pactos siempre son transitorios.-
Las dos
Guerras Mundiales, las políticas raciales nazis, las purgas estalinistas, los
tratados de Versalles, Trianon, Yalta, Postdam, entre otros, dejaron un reguero
de limpiezas étnicas y un mosaico de problemas de nacionalidades en toda
Europa. Minorías nacionales se encontraron en estados extraños, en ocasiones
perseguidas, en otras en pacífica convivencia, pero estuvieron adormecidas durante
cuarenta años bajo las orugas de los tanques soviéticos. Rusia había cumplido
entonces su sueño. Un mosaico de estados muelle garantizaba su tranquilidad, la
salida al Mediterráneo y profundidad en operaciones, además de graneros
forzosos, fábricas obligadas y mano de obra movible.-
Pero como la
historia no es estática, sino que forma un torrente de vidas, pensamientos y
hechos, los muros se agrietan, los imperios caen, y las aberraciones políticas
se desmoronan. Pero tras muchos siglos desde el Imperio Romano, parecía que había
una estructura política que permitiría superar los nacionalismos que
ensangrentaron una y otra vez Europa. Un proyecto de Estado Europeo, apenas un
boceto, un gigante económico y una pulga militar, pero sí una base que podría
cambiar la historia. Pero las viejas alianzas volvieron a renacer, la
segregación de Yugoeslavia por el interés germano, amiguete de tiempos ha de
croatas, el bombardeo a Serbia, eslavos y aliados históricos rusos. Los viejos
intereses alemanes, su espacio vital, su Reich, militar o económico, la
desconfianza francesa, la política egoísta británica, volvieron a descomponer
el mapa europeo. Y los rusos ven perder su colchón de estados, renace su
paranoia, sus pesadillas despiertan, los kilómetros disminuyen y los enemigos,
reales o imaginarios, los ven en las puertas… Y por primera vez, desde la II
Guerra Mundial, en nuestra Europa un estado invade otro y segrega una parte de
su territorio. Quizás sea mis pesadillas, pero, ¿no ven el riesgo?; de verdad,
¿no comprenden que el engranaje diabólico del XIX se ha puesto en marcha?, ¿no
comprenden que se ha abierto la veda a las reivindicaciones nacionalistas en
todo el avispero centroeuropeo?, ¿pueden dejar de mirar la famosilla de turno o
alienarse con las noticias precocinadas televisivas y pensar que quizás se ha
encendido una mecha que no sabremos cómo parar? Si ustedes piensan que no nos
afecta, están muy equivocados. El mundo ya es muy pequeño para aislacionistas y
miopes… Y frente a eso, veremos el listado de frases estereotipadas, las
vestiduras hipócritamente rasgadas, los sepulcros blanqueados, y al final, los
hechos forzados por las armas.
Con
las palanganas ya sucias de tanto lavado de manos, los oídos empalagados de
tantos grandes principios vacíos de contenido efectivo, el hastío ante la
indiferencia suicida, una vocecilla susurra si serán estos nuestros Sudetes.