martes, 18 de marzo de 2014

SI VIS PACEM...

Huroneando en una librería hace un par de semanas  me encontré con un ensayo titulado “Vacas, cerdos, guerras y brujas” de Marvin Harris, y comprenderán que, con semejante título, no me resistiera ni medio segundo a comprarlo. Y casualidades del Destino, según oía la invasión rusa de un trozo de territorio ucraniano, leía un párrafo del mismo que dice así “El estudio de la guerra primitiva nos lleva a la conclusión de que la guerra ha formado parte de una estrategia adaptativa vinculada a condiciones tecnológicas, demográficas y ecológicas específicas”. Supongo que ustedes se preguntarán que de qué guerra hablo, porque no hay guerra alguna en Ucrania. No, aún no, es cierto, pero la hubo, y me gustaría compartir con ustedes unas reflexiones.-

          Pasada la mitad del siglo XIX, cuando las guerras napoleónicas eran un recuerdo  aún cercano, Europa se configuraba en torno a cinco grandes potencias: Gran Bretaña, Francia, el Imperio Austriaco (nunca he entendido por qué le llamaban Austrohúngaro), el Imperio Ruso y el Imperio Turco. Turquía había sido una lanza clavada en el corazón de Europa durante muchos siglos, y de eso podrían dar fe nuestros antepasados que se fajaron durante siglos en las aguas del Mediterráneo. A lo que aquí ha lugar, la tensión y la lucha eran constantes, con los altibajos, pactos y treguas propias de la época, en el centro y este de Europa. Turquía era un problema para casi todos los europeos desde la caída de Constantinopla, y la guerra al turco fue larga y dura. Pero a mediados del siglo XIX el Imperio Turco se encontraba en fase de descomposición, básicamente por su falta de adaptación a los cambios técnicos, económicos, filosóficos y políticos. Dos imperios continentales, Austria y Rusia, se expandían a costa de la reconquista al sarraceno, liberando a veces, aplastando otras, pero siempre sojuzgando naciones (las de verdad, no las inventadas por nuestros muy enajenados hispánicos nacionalseparatistas). Rusia se encontraba en una fase expansiva buscando la salida al mar Mediterráneo y la creación de un territorio interpuesto que pudiera absorber agresiones en su zona sur. ¿Han mirado ustedes un mapa de esa zona con cierto interés?  Rusia es una planicie, una pista de carreras en donde el invasor sólo corre contra el tiempo y el espacio. Las salidas marítimas del norte son complicadas por el propio clima, difíciles por la orografía y costosas por el tiempo.-


El Zar consideró su obligación liberar Europa de los turcos, expandir su territorio y conseguir esa anhelada salida a nuestro mar; lo trágico de aquellos hechos es su creencia de que actuaba con la complacencia de las distintas naciones europeas. Y la guerra estalló, pero no sólo frente al turco, también  se encontró en guerra con Francia e Inglaterra que no querían ver a un ruso paseando por el Mediterráneo, y la neutralidad agresiva de su hasta hace poco aliada, Austria, que temía una sublevación de las distintas nacionalidades que configuraban su imperio, muchas de ellas de origen eslavo. Una guerra casi desconocida en España, que seguimos pensando que nuestro ombligo es el eje del Universo, pero aunque todavía era del siglo XIX, ya tenía elementos del siglo XX y avanzaba los horrores de la I Guerra Mundial. Franceses, ingleses y turcos atacaron en Crimea, porque esa es la llave que estrangula la salida al Mar Negro, y, por lo tanto, al Mediterráneo. Rusia perdió, es cierto, pero en la mentalidad rusa quedó grabada una profunda desconfianza hacia occidente, la imperiosa necesidad de crear satélites a su alrededor, la consideración de que la fuerza es elemento intrínseco de la política, que el poder se ejerce, y que los pactos siempre son transitorios.-

Las dos Guerras Mundiales, las políticas raciales nazis, las purgas estalinistas, los tratados de Versalles, Trianon, Yalta, Postdam, entre otros, dejaron un reguero de limpiezas étnicas y un mosaico de problemas de nacionalidades en toda Europa. Minorías nacionales se encontraron en estados extraños, en ocasiones perseguidas, en otras en pacífica convivencia, pero estuvieron adormecidas durante cuarenta años bajo las orugas de los tanques soviéticos. Rusia había cumplido entonces su sueño. Un mosaico de estados muelle garantizaba su tranquilidad, la salida al Mediterráneo y profundidad en operaciones, además de graneros forzosos, fábricas obligadas y mano de obra movible.-

Pero como la historia no es estática, sino que forma un torrente de vidas, pensamientos y hechos, los muros se agrietan, los imperios caen, y las aberraciones políticas se desmoronan. Pero tras muchos siglos desde el Imperio Romano, parecía que había una estructura política que permitiría superar los nacionalismos que ensangrentaron una y otra vez Europa. Un proyecto de Estado Europeo, apenas un boceto, un gigante económico y una pulga militar, pero sí una base que podría cambiar la historia. Pero las viejas alianzas volvieron a renacer, la segregación de Yugoeslavia por el interés germano, amiguete de tiempos ha de croatas, el bombardeo a Serbia, eslavos y aliados históricos rusos. Los viejos intereses alemanes, su espacio vital, su Reich, militar o económico, la desconfianza francesa, la política egoísta británica, volvieron a descomponer el mapa europeo. Y los rusos ven perder su colchón de estados, renace su paranoia, sus pesadillas despiertan, los kilómetros disminuyen y los enemigos, reales o imaginarios, los ven en las puertas… Y por primera vez, desde la II Guerra Mundial, en nuestra Europa un estado invade otro y segrega una parte de su territorio. Quizás sea mis pesadillas, pero, ¿no ven el riesgo?; de verdad, ¿no comprenden que el engranaje diabólico del XIX se ha puesto en marcha?, ¿no comprenden que se ha abierto la veda a las reivindicaciones nacionalistas en todo el avispero centroeuropeo?, ¿pueden dejar de mirar la famosilla de turno o alienarse con las noticias precocinadas televisivas y pensar que quizás se ha encendido una mecha que no sabremos cómo parar? Si ustedes piensan que no nos afecta, están muy equivocados. El mundo ya es muy pequeño para aislacionistas y miopes… Y frente a eso, veremos el listado de frases estereotipadas, las vestiduras hipócritamente rasgadas, los sepulcros blanqueados, y al final, los hechos forzados por las armas.

            Con las palanganas ya sucias de tanto lavado de manos, los oídos empalagados de tantos grandes principios vacíos de contenido efectivo, el hastío ante la indiferencia suicida, una vocecilla susurra si serán estos nuestros Sudetes.