Un buen amigo, al que, aunque
hace años que no veo, las nuevas tecnologías permiten que mantengamos cierto
contacto, me recomendó, las pasadas navidades, un libro; y créanme si les digo
que es persona de juicio despejado y elecciones atinadas, así que una
recomendación tan vehemente como la que me transmitió, no es cuestión de
tomársela a la ligera. Entre hago esto,
leo aquello, surge lo otro, y los trasgos de la vida siempre enredando, no pude
comenzar su lectura hasta hace unos días. Permítanme un pequeño juego… Yo
comparto un párrafo y ustedes tratan de adivinar el contexto que detalla. ¿Les peta?
Bueno, pues vamos al tajo; el párrafo que les he seleccionado viene a decir: “En
esencia se entró en un círculo en el que exigían cada vez más competencias al
gobierno, de modo que si este se negaba a otorgárselas, se fomentaba un
discurso victimista y de desafección al Estado, al que se acusaba de déspota y
centralista. En caso de concederse las competencias exigidas, se encontraban en
una posición más fuerte para continuar demandando más y más poder, mientras el
Estado se iba adelgazando y debilitando progresivamente en una confrontación
que sólo podía tener su último capítulo cuando ya no quedara nada más que
transferir, o sea, cuando se obtuviera la independencia absoluta”
Sé
que la lectura de ensayos de historia, aunque sea reciente, es harto farragosa
para cierta clase política que, asentada en el Parlamento, prefieren leer
periódicos deportivos o utilizar mantras del pensamiento único para utilizarlos
como armas arrojadizas, no importa que sean ciertas o no; les voy a contar una
pequeña anécdota… Un joven, viendo la bandera constitucional que llevaba me
dijo, en tono correcto que conste en acta, que él prefería la republicana. Le
pregunté ¿cuál? La cara de perplejidad me dijo todo; resolví la situación
indicándole que la bandera actual, la nuestra, también fue republicana. Dado
que iba a entrar en un cortocircuito, le recomendé que buscara en Google la
imagen de la bandera de la I República Española; demasiada manipulación y falta
de información en una sociedad en la que los medios de comunicación televisivos
se han convertido en una fábrica de relatos y no en medios informativos, y los
libros de más éxito son las novelas de la famosa de turno o la novela,
adquirida compulsivamente por mujeres, en la que se narra cómo humillar a una
mujer.
Hace
ya unos días viví un acontecimiento que me recordó al patético papel realizado
por el Deseado mientras los invasores franceses machacaban a los españoles. Es
la imagen que tuve y así se lo digo. Un Presidente de un Gobierno que ha sido
incapaz de abortar un golpe de Estado perpetrado por independentistas, que
pudiendo hacer, prefiere hacer como que hace pero no hacer nada para que todo siga
igual, rodeado de un cenagal de corruptelas entre sus allegados y compañeros de
partido, que horas antes alababa la visión de estado de un partido
independentista vasco y de un partido socialista, que le plantean una moción de
censura (¡Pero qué ojo tienes!) y hace lo que mejor ha sabido hacer en sus años
de gobierno, es decir nada. Me recuerda lo que me contaban de un cómico de las
postguerra española. Salía a un escenario con una bicicleta rota y aguantaba
inmóvil hasta que el público empezaba a silbar. Muy serio se levantaba y decía
“Les voy a ser franco, ni me marcho ni la arreglo”. Pues usted igual; lo suyo
habría sido dimitir y dejar que los españoles decidieran quien quiere que les
gobierne; también habría entendido que usted se fajara rebatiendo los
argumentos de sus oponentes y perdiera después de dar la cara, peleando por lo
que usted cree (lo sé, soy poco práctico, pero siempre me han emocionado las
resistencias numantinas). Pues no, ni una cosa, ni otra. Usted se refugió en un
restaurante huyendo en su actitud habitual, es decir, no hacer nada. Incluso
llegué a pensar que usted estaba a la espera de recibir órdenes de no tengo muy
claro quién. ¿Usted en qué cree? ¿Cuál es su ideología? ¿Le importa España y
los españoles o sólo era una coletilla para ganar votos? ¿A quién ha obedecido?
Lo lamento Señor expresidente, pero además, consumada su espantada, en vez de
disculparse por dejar el gobierno de España en manos de una sopa de letras, se
ratifica en una posición que no puedo menos de ver como soberbia y prepotente y
critica a Ciudadanos, un partido que votó “no” a esa moción de censura, partido
con el que discrepo en muchas cosas, pero parece el mundo al revés que sus
críticas vayan contra el partido que vota “no”, y ninguna contra esos dos
partidos que tienen, según sus palabras, una visión de Estado acreditada, es
decir el PSOE y el PNV. No, la culpa es suya y de su partido, y ustedes son los
responsables por omisión, por no hacer nada ni intentarlo para evitarlo. El
resto, milongas para ingenuos y patadón al balón a sacarlo del área y ya
veremos qué pasa.
Y
vista su actuación, miro hacia atrás y pienso. ¿De verdad su inacción con el
golpe de Estado es sólo inutilidad o hay un trasfondo que desconocemos los
ciudadanos de a pie? Todas sus medidas de destrozo a la clase media, su huida
de cualquier ideología de centro derecha, sus política fiscal estrangulando la
economía mientras repartía dinero a espuertas a gobiernos autonómicos en clara
rebelión, ¿de verdad era lo que usted consideraba bueno para España, era un
plan prediseñado o es que valoraba más mantenerse en el poder que resolver la
situación que tenía entre manos? Cuando su Gobierno miraba para otro lado y un
pequeño partido como es VOX tuvo que interponer acciones judiciales en defensa
de la unidad de la Nación española, con unos recursos de los que carece, a
fuerza de tesón, coraje y el apoyo de los españoles, ¿de verdad era usted
incapaz de ver lo que se nos venía encima o es que le daba igual? Después del
primer referéndum ilegal, ese que usted dijo que no se iba a hacer y se hizo,
¿de verdad no pudo hacer nada para evitar el segundo? ¿No pudo aplicar un
artículo 155 duro en ese momento? Cuando un presidente autonómico golpista huye
por la frontera, ¿de verdad usted no se lo esperaba o le daba igual? Cuando
afirmaba que la economía iba bien, ¿quería decir sólo eso o que acaso sólo le
importaba eso? Cuando usted se niega a dimitir y deja paso a un gobierno
apoyado por una multiplicidad de partidos sin ninguna lealtad a la
Constitución, ¿de verdad quiere que me crea que lo hizo para no parecer
culpable? Si fuera así, le habría visto como un león defendiendo su gestión y
su inocencia en las Cortes, no recluido en un Restaurante 8 horas, o ¿acaso
quiera que crea que así se defendía? Discúlpeme que no lo entienda, porque
según yo lo veo, para un Presidente del Gobierno el interés de la Nación debe
estar por encima de su prurito personal, ¿o no?
No puedo afirmar
ni concluir nada, porque ni usted ni su partido han hablado claro, y las dudas
me asaltan. Y más allá de atacar a cualquiera que pueda desbancarles, siguen
sin explicar que ha pasado y, mucho me temo, no lo harán; quizás ustedes
consideren y crean que lo que cuentan es lo que ha ocurrido, pero permítame que
yo no me lo crea. No me gustaría que tuvieran que ser mis descendientes lejanos
los que se tuvieran que enterar de las verdaderas causas por las que usted y,
no olvidarlo, el anterior Presidente del Gobierno, es decir, el tándem
Zapatero-Rajoy han puesto a la más antigua nación de Europa, España, en una
situación crítica. Si honestamente usted cree que ha hecho lo mejor, bueno,
entonces creo que puede respirar aliviado, porque me barrunto que la nación
española es más fuerte de lo que algunos pueden creer, pese a los malos
gobiernos que en nuestra historia hemos padecido, porque los españoles (de
derechas, centro o izquierdas) mayoritariamente creen en Ella, y también puede
dormir tranquilo porque la ideología de centro derecha que usted y su partido
han olvidado y castigado, también está
muy viva y vuelve a surgir en otras siglas.
Por
cierto, uno empieza a aporrear teclas y se olvida del juego que les propuse al principio.
He de confesar que he hecho una pequeña trampa, eliminando unas pocas palabras,
que se las pongo en negrilla; el texto original dice así: “En esencia se entró
en un círculo en el que las repúblicas exigían cada vez más
competencias al gobierno federal, de
modo que si este se negaba a otorgárselas, se fomentaba un discurso victimista
y de desafección al Estado yugoslavo,
al que se acusaba de déspota y centralista. En caso de concederse las
competencias exigidas, las repúblicas
se encontraban en una posición más fuerte para continuar demandando más y más
poder, mientras el Estado se iba adelgazando y debilitando progresivamente en
una confrontación que sólo podía tener su último capítulo cuando ya no quedara
nada más que transferir, o sea, cuando se obtuviera la independencia absoluta”.
El libro, del que he extraído el párrafo, es un magnífico ensayo titulado “Y llegó la barbarie. Nacionalismo y juegos
de poder en la destrucción de Yugoslavia” de José Ángel Ruiz Jiménez, y no
tengo más remedio que recomendárselo. Como verán por el título trata de la
disolución de la antigua Yugoslavia, y si bien tengo que reconocer que el punto
de inicio histórico es muy diferente del de España, no estoy seguro que el
objetivo de muchos no sea que el final sea el mismo, con los ríos de sangre
necesarios para que los traidores y gentuza de todo pelaje consigan sus
objetivos. Si pueden, léanlo y saquen sus propias conclusiones. Espero que al
menos les haga reflexionar tanto como a mí.