miércoles, 17 de octubre de 2012

LA VORAGINE

 
     Hará una semana que tuve una conversación con un amigo en la que hablábamos del futuro de España. Como ustedes sin duda habrán deducido, charlábamos sobre el órdago independentista lanzado por los monstruos nacionalistas alimentados con nuestros impuestos y nuestra estupidez. Lo cierto es que cada vez que veo o escucho los discursos de estos personajes, recuerdo una frase de la obra Al Oído del Rey que decía: “Tenemos que concluir, entonces, que lo que en realidad algunos buscaban era convertirse en pequeños monarcas de sus propios reinos, absolutistas por lo demás, so capa de despreciar la Monarquía, todas las monarquías, e institucionalizar una revolución al estilo Napoleón, quien, despreciando las casas reales, no concibió nada distinto que organizar la propia al institucionalizar la Revolución que se la había otorgado”.-
 
     Nada nuevo hay en sus chantajes nacionalistas, pensaran ustedes, una vuelta de tuerca más en la extorsión habitual de estos individuos que han hecho de la separación su pesebre, su mangancia y su sinecura. Quizás ustedes opinen, al igual que mi compañero de debate, y seguramente con buen criterio, que la historia de las naciones da muchas vueltas; yo, quizás más pesimista, creo que la historia tiene unos puntos críticos, unas situaciones a partir de las cuales los hechos que se desencadenarán son inevitables. Si me permiten un símil, yo veo la historia de las naciones como un mohicano navegando en su barca. Sí, recuerden esas antiguas películas del oeste, pongan, al igual que yo, cara de bobos recordando su infancia, la corneta del sexto de caballería, la policía montada, los indios y la bella joven a la que hay que rescatar, vamos, todo un clásico de película. Imaginen que toda la tribu huye con la cautiva por el río, perseguidos por el protagonista que utiliza el colt como si fuera una ametralladora; pero las corrientes son traicioneras; hay meandros, cursos nuevos, aguas tranquilas y, como no, cascadas y torrentes. Hay un punto en el que la canoa caerá por la catarata, por mucho que nuestro indio reme, aunque toda la tribu arrime el hombro, y, lamento devolverles a la realidad, aquí el final será malo para todos-

      En términos históricos, ese punto es el momento en que las naciones ya no pueden variar su rumbo, el instante preciso en que los acontecimientos ya se precipitan de forma inmutable y sucesiva, el inicio de lo que llamo la vorágine histórica; creo, aunque espero equivocarme, que ésta Nación puede ya haber pasado el punto de no retorno, así que siéntense, saboreen la bebida más de su agrado y contemplen los momentos históricos que se avecinan para que en el futuro puedan ejercer como buenos abuelos cebolletas y narrárselo a sus descendientes o a los de sus familiares o amigos.-

     Así, tenemos una comunidad autónoma que gasta el dinero a espuertas, que ha educado a varias generaciones en una historia inventada y falsa, que es incapaz siquiera de pagar las nóminas a sus funcionarios, que se niega a cerrar ni uno solo de sus corralitos manipuladores y panfletarios y que se encuentra al borde de una quiebra irreversible. Y su casta política, todo hay que decirlo, no muy diferente de la del resto del país, aterrada ante el riesgo de que la quiten el dornajo, se lanza, como todos los políticos cutres que en el mundo han sido, a la búsqueda del enemigo exterior; para ello se fuerzan uniones populares frente al malo, se asila en una bandera y exalta a la masa contra el diablo cojuelo de turno, que, lamento decírselo, esta vez somos el resto de España. Es el niño malcriado y mimado que comete error tras error y, en vez de rectificar, de asumir lo hecho y corregirlo, responsabiliza al que le cuida y apoya; vamos, un caradura de tomo y lomo, lo que en política hispana es sinónimo a político nacionalista.-

      Pero no se equivoquen en la valoración del personaje; ni es torpe ni lelo. Al contrario, demuestra una habilidad fría y calculada para salvar su pellejo y el de sus adláteres dirigiendo al pueblo contra un tercero para evitar que mire la ruina a la que le han llevado, no sea que le pidan cuentas de su gestión. Es del tipo de ralea que condena a los hijos de los demás al aldeanismo de cortas miras, al cierre de espacios laborales y personales amplios, el que manipula, engaña y miente porque quiere abundancia de siervos de la gleba, el que adormece con soma a los que considera épsilon mientras forma a sus hijos para convertirse en los futuros amos alfa.-

      Pero si bien a este  individuo no le considero lerdo, sí que creo que tiene una visión limitada, pueblerina y miope del futuro, vista que comparte, como no podía ser menos, con los caciques de cualquier taifa, pueblo o aldea. Lanza su envite, moviliza a las masas, y cree que las podrá utilizar sin más para tapar su desastre de gestión y conseguir más prebendas hasta conseguir una especie de Puerto Rico a la española, que en román paladino se traduce en que lo que produzco es para mí, y lo que produces tú es para repartir, o si lo prefieren, el nene caprichoso que no ceja en su empeño de medrar a costa del resto de la familia o el señor feudal que quiere holgar sobre las espaldas de sus siervos. Lo malo de su apuesta es que ha roto la presa y ha convertido el pantano en aguas bravas que nos llevan a todos al hundimiento en el caos, porque su arenga ha calado en una turba manipulada y culturalmente indigente que le va a sobrepasar por la derecha y la izquierda; así que a nuestro preboste sólo le va a quedar una salida, abanderar la locura hasta el final, confiando, con una cierta razón, todo hay que decirlo, en la torpeza que siempre ha caracterizado a los políticos nacionales en sus relaciones con la fauna política nacionalista.-

     Y si bien es cierto que esta situación viene de lejos, que las culpas son de todos los gobiernos que desde la transición en España ha habido, y de los ciudadanos que, como ya es costumbre, hemos callado y tragado, los amarracos están ahora en el tapete del gobierno actual, que actúa como es habitual en él, finta, vacila, amaga, se paraliza y se pasma.-

      Y miren ustedes, la apuesta es alta; esta demencia va a crecer y ustedes, ¿qué van a hacer? Mandar al ejército es impresentable en la Europa del siglo XXI, al menos al principio, que ya se sabe que estos nacionalistas empiezan por votos y terminan poniéndose el bigote y las botas del espacio vital. ¿Van a prohibir un referéndum? Vale pardillos, vais a intentar aplicar el derecho en una Comunidad que se pasa las normas y sentencias que no la gustan por el arco del triunfo y, ya puestos, permitir que paseen nuestras miserias por medio mundo. ¿Quizás van a seguir el ejemplo del Reino Unido?, es decir, que hagan su referéndum, pero forzando la pregunta, es decir, preguntar si quiere la separación total y absoluta. No, para nada, los melindres que tenemos son incapaces de creer en la fuerza de la Nación, de poner frente a la realidad a los españoles que viven en Cataluña, es tan simple como plantearles si quieren  un país fuera de España, fuera de la CEE, habitado por ciudadanos extracomunitarios, y fuera de la liga de futbol, lo que dado el nivel cultural de estos páramos seguro que escuece más y ven más claro que si se les explica que lo que allí se produzca, aquí y en Europa serán importaciones, así que chatos, a competir aún más con los chinos.-

     El Gobierno va a quedarse en la inopia, patidifuso y alelado, y si no al tiempo. Este Gobierno y su partido, que vota en el Congreso en contra de las propuestas que intentan que los padres puedan exigir que se enseñe a sus hijos en la lengua común con independencia de la zona de España en la que vivan, que apoya los presupuestos del partido que promueve la secesión, no va a hacer nada, excepto, quizás, esperar que una intervención extranjera le solucione el problema.

     Pero quiero ser justo; no es sólo un problema del Gobierno, es un mal de una sociedad que ha perdido su espíritu, su honor y su fuerza, un país al pairo, una Nación a la deriva, y unos ciudadanos aborregados. Quizás alguien debería recordarnos a menudo la frase de Kossuth, que decía que “únicamente la nación que tiene fuerza vital puede subsistir; pero la que vive apoyada, no en su propia vitalidad, sino en la buena voluntad de los demás, no tiene porvenir”, porque puede ya ser tarde para lograr un futuro digno para nosotros y nuestros hijos.-