Hace
unos meses dos buenos amigos acudieron a la celebración conmemorativa de la
batalla de las Navas de Tolosa. Uno de ellos, andariego, triscón y viajero, que
igual calza botas para recorrer la vía de Santiago, que calza zapatos para
pulular por Europa y quizás chilabas para vaya usted a saber que caminos
recorrerá, me dio a conocer la labor de la Fundación Navas de Tolosa que me
hizo recordar una cita del libro la Gran Aventura del Reino de Asturias. Así
empezó la Reconquista que decía “En esa fragua se forjó una identidad. Nada
menos. El movimiento incesante de pioneros, repobladores y colonos, sólo
detenido para volver a ponerse de nuevo en marcha, creó una manera específica
de ver el mundo y de entender el sentido de la propia vida. Nada de lo que
ocurre en España durante los siglos siguientes puede entenderse sin aquel
impulso, hondamente arraigado, de la Reconquista”. Y sirva este artículo para
elogiar la encomiable labor que realizan
un puñado de compatriotas para crear un mundo más solidario y defender nuestra
historia, y eso frente a la indiferencia institucional, problemas financieros,
falta de publicidad y autismo social. Todos ellos peligrosos y curtidos
enemigos, pero no más que a los que se enfrentaron con coraje sus antepasados,
que también eran los nuestros, en un hecho glorioso en la que España salvó a
Europa por vez primera y no única, porque algunos siglos después se repetiría,
pero ya en el mar Mediterráneo y lejos de nuestras costas. Que casi nadie de
nuestros vecinos lo recuerde quizás no importe, porque eran otros tiempos y de
los hechos de honor sólo había que esperar el reconocimiento de Dios.-
Y camino al sur, desde Toledo,
castellanos, aragoneses y los navarros, tarde pero en hora, que nunca fue
contrario al pundonor la puntualidad, sobre todo si de dar mandobles se
trataba. Los que vinieron de Europa a ayudar, los ultramontanos, despachados
por el castellano a su casa, que por mucha fama que esta tierra tenga más allá
de los Pirineos, aquí ni saqueos, ni degollinas, ni violaciones a los súbditos
del rey, vistan sayas o turbantes, que más valía a los que sueñan con Europa
como sanadora de nuestros males, que repasen la historia para ver que o
nosotros nos lamemos nuestras heridas o fuera nos amputan el brazo.-
La batalla cruenta, los chuzos, de
punta. Sangre derramada, filas que flaquean y, mejor, que hablen las crónicas, llegado el punto
decisivo, el Rey castellano dijo “delante de todos al arzobispo de Toledo: ‘Arzobispo,
muramos aquí yo y vos’... Y en todo esto doy fe ante Dios, el noble rey no
alteró su rostro ni su expresión habitual, ni su compostura, sino que más bien,
tan bravo y resuelto como un león impertérrito, estaba decidido a morir o
vencer.” Y ahí cargaron los tres reyes, que en aquella época reyes, nobles y
ciudadanos no andaban escasos de sangre en las venas, redaños y honra en el
corazón. Navarra rompe las cadenas, Aragón derrocha honor, Castilla protege la
libertad.-
Y ese sufrimiento, esa sangría, esas
familias rotas, esos villanos muertos, esos nobles aflechados, ese derroche de
vida, esfuerzo y honor, nos ha permitido ser como somos, tener nuestra
libertad, mejores o peores no sé, pero capaces de optar, de pensar y decidir,
de creer o no, de volar sin ataduras, en resumen, de disfrutar nuestra cultura
occidental.-
Y ahora, unos pocos siglos después,
ante el silencio común, una modesta Fundación es la que mantiene el recuerdo de
la gloria, es la que iza el pendón del honor, del respeto a la historia y del
pundonor, ahogándose ante la ignorancia y el silencio, con escasos recursos y
ninguna publicidad, demostrando que aún quedan hidalgos amantes de la tierra
que en silencio acuna a las almas dormidas en un sueño de una España mejor.-