miércoles, 18 de noviembre de 2015

LA GUERRA CIVIL QUE HAY QUE GANAR

No, no se agobien; no les pienso hablar de bombas, tiros y armas. Tampoco me quiero centrar en el islam y sus relaciones con occidente, porque de eso ya he escrito suficiente, les he aburrido bastante, y hay que dejar sitio para que todos los que ahora se caen del guindo, puedan escribir lo mismo que escribíamos algunos y por lo que nos llamaban de todo menos bonitos. Pero quizás sí que les voy a hablar de una guerra muy complicada que tenemos que ganar, antes de meternos en otras guerras, salvo que estemos dispuestos a perder todas las batallas y la estrella de occidente vuelva a declinar en las tinieblas de una nueva edad media.

            Hace una par de fines de semana, un amigo me invitó a una reunión en su casa. Además de unos estupendos anfitriones, una velada agradable y unos invitados de los que pude percibir calidad humana, un crítico de cine, habló sobre el individualismo en la sociedad y la respuesta que daba el cine, comentando y explicando una selección de imágenes de distintas películas,  que iba reproduciendo. Sinceramente, para el que esto suscribe el cine era, hasta aquel día, un mero instrumento de evasión lúdica, pero después de caerse todos los palos del sombrajo, cada vez que vea una película intentaré comprender el mensaje que quiere transmitir.

            Quiero decirles que la exposición que hizo la he tenido muchos días muy presente; se mezcló  con las noticias de los atentados, y con la lectura de un libro del que ya les he hablado, pero que les vuelvo a recomendar, El choque de civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial, de Samuel P. Huntington, del que les detallo un párrafo que dice “El problema para el Islam no es la CIA o el Ministerio de Defensa de los Estados Unidos, sino Occidente, una civilización diferente cuya gente está convencida de la universalidad de su cultura y cree que su poder  superior, aunque en decadencia, les impone la obligación de extender esta cultura por todo el mundo. Estos son los ingredientes básicos que alimentan el conflicto entre el Islam y Occidente”.  Y lamento decirles, que este conflicto, y cualquier conflicto futuro en el que nos veamos abocados, sea económico, bélico o lo que se tercie, lo vamos a perder salvo que ganemos una guerra civil muy dura que está dentro de nosotros.

            ¿Qué fue primero en nuestra civilización? ¿La libertad o el individualismo? Entiéndanme, creo que el individualismo, entendiendo como tal la tendencia a pensar y obrar con independencia de los demás, o sin sujetarse a normas generales, es una de las características de nuestra civilización. El individuo asume sus acciones, con sus errores y sus aciertos, y ejerce su libertad. Pero miren ustedes, una cosa es una tendencia y otra una norma absoluta de actuación. La libertad  como derecho del individuo, admite actuaciones positivas y negativas, o dicho de otra manera, cada uno puede limitar su libertad o hacer lo que le salga de la higa mirándose el ombligo con fruición. El individuo es una unidad muy pequeña, y va formando otras estructuras que no son la mera suma de individuos, sino que tienen su propia dinámica. Una pareja supone una limitación voluntaria de la libertad de cada individuo para crear una unidad superior e independiente que opera con sus propias normas de relaciones con familias, terceros, etc.. De igual modo una familia implica varios individuos que han limitado voluntariamente su libertad para crear un grupo que opera de una manera distinta. Y así vamos construyendo nuestra sociedad occidental, con libertad, es evidente, pero con responsabilidad y buscando una trascendencia del propio individuo.

            Pero nos hemos vuelto niños malcriados… Ejercemos nuestro derecho a limitar nuestra libertad y nos sentimos agredidos, limitados, agobiados, restringidos… No nos encontramos cómodos si no es haciendo lo que nos vaga y sin que nadie nos ponga freno a nuestros caprichos. Nos hemos convertido en islas y cubrimos nuestras carencias con solidaridades televisivas y similares. Eso sí, como es Paca que se molesta porque me lío con la secretaria buenorra de la oficina, o, estoy hasta las narices del niño, leche, que tengo derecho a ver mi tele y me da el coñazo con los deberes, pero ¿qué narices hace el profesor?, o, puff, que puñeta le han hecho a Pepe, mi compañero de trabajo, pero bueno, yo de momento estoy más o menos bien, que él se apañe. ¿Quieren que siga? Nos hemos convertido, con mucha ayuda eso sí, en ególatras, en seres que lo mismo da blanco, que negro, mientras a mí no me afecte eso sí, en individuos amorales, en los que reclaman mucho pero que lo que dan es por la fuerza de las leyes.

            En el fondo, y en la superficie, somos indiferentes a todo, salvo a nuestro ego. Nos importan las relaciones en cuanto mantienen nuestro rol, pero poca implicación en nada, ni en parejas, ni en familia, ni en trabajo, ni en política, ni en asociaciones, ni en nada. Vamos a nuestra bola y que se aparte el resto, que no me perturbe y no me complique la vida.

            Y con esta forma de ser, ¿Qué estamos dispuestos a jugarnos para mantener nuestro sistema de vida?, ¿qué sacrificios vamos a realizar para mantener nuestra civilización? ¿en qué estamos dispuestos voluntariamente a implicarnos para que nuestros hijos puedan recibir un sistema de vida y de valores que ha costado siglos crear?


            Siento decírselo, pero, o ganamos la guerra civil que tenemos con nuestras actitudes, la incoherencia entre lo que hacemos y lo que decimos que queremos, o nos situamos en donde estamos y volvemos a mirar a nuestro alrededor, o no ganaremos ningún conflicto. Y este campo de batalla, en lo que nos hemos convertido, ¡que quieren que les diga!, si que va a ser una guerra larga y dura.