En un anterior artículo de este blog compartí con ustedes las sensaciones de un verano plácido y relajado, en la que habían ayudado mucho unos cuantos libros que tenía pendientes de leer. Uno de ellos, titulado El Sello Indeleble (de Juan Luis Arsuaga y Manuel Martín-Loeches), me ayuda a reflexionar sobre la evolución, la vida, el pasado y el presente, con independencia de si estoy de acuerdo con sus conclusiones (no con los hechos, obviamente, dado el nivel científico de los autores. Un párrafo del libro decía “Julian Huxley señalaba también la necesidad, para llegar a ser inteligente, de tener un desarrollo embrionario prolongado, en un ambiente muy protegido como la placenta”. Si se lo comento ahora es porque hace unos días oí la terrible noticia de una madre que mataba a sus hijos recién nacidos.-
Tengo que confesar que soy un enamorado de la vida; seguimos sin saber (si nos limitamos al terreno racional) como surge, como se desarrolla y cuál es su propósito, pero, al menos para mí, me merece un respeto absoluto y lo vivo como un milagro diario. Es parte de mis convicciones morales, que usted, amable lector, podrá compartir o no,, y por eso mismo no entiendo la muerte inútil de un ser vivo, toda aquella que, en palabras simples de película infantil, no esté provocada para comer o evitar ser comido, y por supuesto me resulta incomprensible, triste y propio de una especie miserable, el sufrimiento inútil, la diversión a costa del dolor de un ser vivo. Para mí es un fenómeno incomprensible como se pueden saciar los bajos instintos de una especie bípeda que se dice civilizada, a costa del sufrimiento de otro ser vivo con el que compartimos el planeta; si cada ser vivo es único e irrepetible, ¿por qué el humano tiene ese afán de exterminarlo?. ¿Cómo una especie puede fundamentar su juego, su ocio, en disfrutar de la agonía de un ser vivo?-
La fascinación por la vida implica necesariamente el rechazo y el horror por la muerte estéril y absurda: por eso la noticia que les comentaba al principio me sobrecogió. No pretendo juzgar a la madre que ha cometido tales parricidios. Hay muchos monstruos humanos, pero también sé que un cúmulo de situaciones, de percepciones (erróneas o no), de vivencias puede hacer cometer actos que para el resto de los humanos son inexplicables; no, ya tengo una edad en la que no me quiero calzar los zapatos de la vida de otra persona; pero no juzgar moralmente a una persona no implica que no pueda valorar el hecho en sí mismo, así que convendrán conmigo en que ese acto, la muerte de unos niños recién nacidos, en sí es malo, es injusto, es terrible, con total independencia del substrato vital de la madre, de sus motivaciones o convicciones. Y que conste que hablo de moral, no de derecho; que la ley humana juzgue, que para eso el derecho sólo es la norma de convivencia que una sociedad se impone (o la imponen) para mantener la estabilidad de ese acuario frágil en el que nos movemos, siempre presto a saltar en pedazos y llevarnos a luchas fratricidas, guerras o genocidios.
La noticia que oía, además de la descripción de los hechos, incluía las valoraciones horrorizadas de diversos participantes en el programa. No puedo menos que decir que compartía sus opiniones, no sólo por esa hipnosis mágica que parecen tener los medios de comunicación audiovisuales, sino porque los hechos relatados eran escalofriantes. Niños ahogados según nacían, cuerpos almacenados en neveras. Hechos realmente terribles y que me daban escalofríos sólo con oírlos en la radio. La madre está procesada, sentencia de asesinato y pendiente de fijar la condena. Hasta aquí creo que todos estarán de acuerdo con lo que planteo, el horror, la pena, la indignación; pero confieso que la mente es un misterio, y que a veces se pone a cavilar en lo que no es políticamente correcto, en lo que se aleja de las “verdades” que nos imponen, y se mete en charcos que entiendo que a más de un lector les puede incomodar.
Viene el comentario precedente porque empecé a pensar que si esa madre, procesada, que ha realizado un hecho reprobable y malo para todos, hubiera eliminado a esos bebes unos días antes, ni sería noticia, ni en los programas se oirían lamentos y lloros, porque sería sólo un aborto más. Ya sé que hoy en día el aborto se ha convertido en un arma política, aun cuando hablamos de un problema moral (ni siquiera religioso) y no ideológico. Abortos han realizado y aprobado ideologías dispares, aunque es cierto que por motivos distintos. Abortos realizados por mantener la pureza de la raza aria y evitar el nacimiento de niños con taras no se diferencia, en la consecuencia del acto, con abortos realizados en niños con deficiencias en las muy democráticas sociedades occidentales. Abortos realizados bajo la batuta del Soviet para controlar el requerimiento de recursos por parte de los súbditos, no están muy alejados del aborto por causas socioeconómicas. No, no es un debate político. Pero mientras los partidos mayoritarios conchabean para mantener sus prebendas y cubrirse sus vergüenzas, utilizan el aborto para despistar al personal; pero no se olviden que esta gente sin escrúpulos no respetan nada. Y así un partido socialista, incapaz de gobernar, que lleva el país al abismo, cambia la ley del aborto para que las ovejas que les van a votar hablen de eso. Y un partido popular promete cambiar la ley para que a su vez sus ovejas le voten. En el fondo, estoy convencido que ni a uno ni a otro les importa un pimiento la vida; sus cálculos sólo son numéricos, electorales, el resto pamplinas. Por eso no habrán visto ustedes debate alguno serio, meditado, con algún fundamento.-
Por este motivo empecé a repasar la lista de argumentos que se plantean. He oído el de la dependencia, es decir, que el nasciturus (participio de futuro del latín, que quiere decir el que va a nacer, ¡ojo!, no el que puede nacer), depende en exclusiva de la madre y que ella puede decidir según su voluntad. Dado que el humano depende de los padres para su subsistencia hasta los cuatro años, más o menos, la continuación lógica del argumento es que mientras un humano dependa de sus padres, o de otros, estos tendrían la potestad de eliminarle; siguiendo este principio, deberíamos entender que la mujer que ha matado a sus hijos ya nacidos, según les relataba al principio de este artículo, ha obrado correctamente. También hay quien dice que el nasciturus es una parte del cuerpo de la madre, principio que nos retrotrae a una era precientífica, porque, si el código genético de la madre es distinto al del hijo, ¿cómo va a ser parte de la misma? El más usual es el que dice que es vida, pero no es humana. Y, ¿qué quieren que les diga?; este argumento me crispa profundamente porque ya les he dicho que soy un enamorado de la vida. ¿Acaso, aunque sólo fuera vida, puede exterminarse tranquilamente? Si no puedo admitir el principio de que podemos exterminar cualquier tipo de vida sin necesidad, ¿cómo puedo admitir que se exterminara vida sólo por la voluntad de una persona? Pero además, si no es vida humana, ¿qué es? ¿Acaso hay una mutación rara, y una mujer embarazada no se sabe lo que hay hasta que nace, y, por arte de birlibirloque surge un humano? ¿No será más bien un estado del humano?. Pasamos por la infancia, la juventud, la madurez, la vejez; todas y cada una de estas fases no nos hacen cambiar de especie. No somos niños humanos, jóvenes dinosaurios y viejos crustáceos; no, sólo son pasos de nuestra evolución, y sin tan humano es un niño como un anciano, creo que igual de humano es un nasciturus, una fase inicial y previa a la niñez. El único argumento que creo que tiene consistencia lógica es el que dice que hay excepciones, lo que en derecho se llama eximentes. Por ponerles un ejemplo simple: Todos (bueno, más bien casi todos), pensamos que matar a otro ser humano es malo, pero entendemos que matar a otro humano en legítima defensa (por ejemplo) tiene justificación, y aunque creemos que el hecho en sí es malo, estamos de acuerdo en que el que actuó de tal manera no debe ser condenado ni reprobado.
Creo que este es el centro del debate al que no quieren llevar a los ciudadanos, y que es tan viejo como el hombre. Muchos pueblos han matado niños, al igual que otros animales matan cachorros de su misma especie; no les voy a hacer una enumeración para no aburrirles aún más, pero estoy convencido que esos pueblos sabían que era malo, al igual que para esas otras especies (al menos las más evolucionadas) no era una decisión sencilla. Estoy seguro que cuando unos padres espartanos mataban a un hijo que no superaba las pruebas que les imponían, sufría profundamente. Sin embargo, esas sociedades, de las que pensamos que eran casi salvajes, les faltaba algo que sobra en nuestra sociedad. Hipocresía. Ellos sabían que mataban niños, estaba perfectamente claro. No había eufemismos ni tapujos. Aprendamos de ellos y dejemos de fingir. Así que creo que el debate que deberíamos hacernos es, ¿cuándo podemos matar niños y por qué?, o dicho de otra manera, ¿esta sociedad cuando considera que derramar sangre de niños es legítimo? No sé si les parecerá dura la pregunta, pero creo que si vamos de sociedad civilizada, de cultura predominante, de superioridad respecto a otros pueblos u otras especies, al menos no deberíamos engañarnos, así que le propongo que cuando surja el tema se pregunte a usted mismo si considera un derecho matar a un niño, y en qué circunstancias lo admitiría, pero también piense que a la vida se la respeta o no, y que cuanto más extienda estas circunstancias, alguien, en algún momento, puede pensar (o volver a pensar) ya no sólo en matar niños, sino en eliminar ancianos, inadaptados o asociales.