Hace unos días releía, a salto de mata, el libro “El Proceso” y mire usted por donde me tropecé con un párrafo que cuenta lo siguiente: “…que entre ustedes hay personas que se dejan dirigir desde aquí arriba. No sé si esa señal debe despertar ovaciones o silbidos, pero, al descubrir a tiempo el truco, renuncio a averiguar el significado del signo. Me es completamente indiferente y autorizo públicamente al señor juez instructor para que imparta sus órdenes a sus empleados asalariados de ahí abajo de viva voz y no con signos secretos, que diga algo como: «ahora silben» o «ahora aplaudan»”. O bien Kafka era un augur y escribió su visión de la imagen de España que deja el Sr. Zapatero, o este país, evoluciona de la charanga y la pandereta a la realidad kafkiana para terminar, mucho me temo, en un drama humano de magnitud histórica o cósmica, si a ustedes y a la Ministra de.Igual Da les place Esto ya sólo es un rebaño que asiente y traga todo lo que le sueltan la casta política que nos gobierna, así que, al igual que el protagonista de la novela, me trae al pairo que desde las cúpulas del poder, y la de las de los partidos políticos, impartan las órdenes de forma clara a los semovientes que componen esta Nación (concepto discutido y discutible, según dijo el Presidente del Gobierno).
Y perdonen este rollo agrio que les acabo de soltar, pero uno va de pasmo en pasmo, y me pasmo porque me toca… Y eso sin tirar los dados y sin mover ficha, que lo que les voy a contar no es nada nuevo ni sorprendente; el que no conozca dramas personales similares, sólo puede ser un turista marciano, un parásito que vegeta en escaño, un zombi producto de los programas del corazón o un vampiro financiero, porque otra cosa no concibo. Así que voy a la historia que da origen a este artículo, la que narro a continuación, la que se vive y se va a vivir en miles de hogares españoles.
Hace unos días, tomando un café sin churros (porque con churros te soplan más de quinientas libras, o sea, medio talego, y para los que no recuerdan el cheli, más de quinientas de las antiguas pesetas, vamos, que ni que toquen la marsellesa cuando lo mojas en el café), se comentaba entre los parroquianos de baraja ajada el caso de un comerciante, un tendero de los de toda la vida, que debido a la bajada de las ventas, porque el parné ya no circula, había sido incapaz de pagar el préstamo hipotecario. El Banco, apoyado en todo el sistema legal, y bajo los principios sacrosantos del liberalismo a lo chino que disfrutamos, le iba a desahuciar de su casa, porque el muy panoli, todo hay que decirlo, era lo suficientemente incauto para apostar su patrimonio personal en un negocio, y esto lo había hecho en el país de los chorizos y rentistas. Hasta ahí nada nuevo, pero lo grave, lo escandaloso, lo ruin, era que a los contertulios les parecía normal y justo; después de todo, si tenía una deuda y no podía pagarla, pues que perdiera su casa, y envido más. Y ya está, así de claro, y chica en paso mía… Y yo, que escuchaba sin poderlo evitar, confieso mi falta de valor para intervenir, por eso del respeto a las conversaciones ajenas, aunque el tono que utilizaban invitara a un debate que excediera los límites de aquellos jugadores de naipes.
Y ya ese café sabía a leche agria, y el churro soñado atragantado en el alma. Tal es el bombardeo de mentiras, falsedades y silencios con el que nos arrasan esos partícipes necesarios del derrumbe social que son una gran mayoría de los medios de comunicación, con honrosas excepciones todo hay que decirlo, que esos tertulianos veían normal que a cargo de nuestros impuestos, entre otros el del desahuciado, de nuestros ahorros, de nuestro esfuerzo y sudor, del patrimonio que con sufrimiento y trabajo legaron nuestros mayores, se de dinero a una banca que presume de resultados cósmicos; que con la sangría impositiva que padecemos, entre otros los que padeció el desahuciado, se evite la ruina y la quiebra de ese mismo banco que lanza a un ciudadano a la calle, con una mano delante y otra detrás para tapar las vergüenzas que no conocen nuestros políticos. Que con cargo al bolsillo, entre otros de ese desahuciado, hay una casta parásita de políticos y banqueros, que están dispuestos a mantener sus privilegios a costa de la ruina de los simples mortales. Que en una economía planificada como es la que padecemos, no se permite la quiebra de una caja de ahorros, pero si la de una empresa pequeña o la de un modesto trabajador, que a fin de cuentas ya sabemos que todos los animales son iguales, pero algunos animales son más iguales que otros (Orwell dixit), y aquí, por si alguien no lo sabe, las ovejas cotizan muy poco; en este país la justicia debía de ser verde y se la comió un borrico manchego, porque los que se comen los aeropuertos peatonales y fantasmas son las ovejas de los ciudadanos, que enciman, asienten con la mirada boba de la res camino del matadero.
En este país, en el que gobiernan y mandan los emuladores del Sheriff de Nottingham, que bien sacan el dinero a los pobres para dárselo a los ricos, que sangran a los ciudadanos para que gobiernen los banqueros, que crean fondos de rescate para los bancos y arruinan a los ciudadanos y pequeños empresarios, que en este politburó de mediocres nos mienten hasta en el tipo de sistema económico y político en el que vivimos, que esta pandilla de bancos y grandes empresas niega el crédito a las empresas y particulares, para fundirlo después en pelotazos especulativos, que esta horda que pretende dirigir nuestra vida, es totalitaria, dictatorial y manipuladora, y todo esto, sólo provoca la comprensión bovina de los ciudadanos.
Pues, ¡ale chatos!, a seguir soportando a estos parásitos y a financiar a la banca para que luego os echen de vuestras casas., que como decía mi abuela, sarna a gusto no pica, aunque a algunos nos mortifica