martes, 30 de julio de 2013

MORRIÑA

Este blog lleva mucho tiempo marchito, parado en el tiempo, sólo el que precisaba para meditar. Hesitar es humano, y quizás forma parte indisoluble en mi persona. Demasiado tiempo perdido en transmitir una visión distinta de la sociedad, para una nación que sigue adormilada y extraviada. Así que basta de perder horas en intentar cambiar lo temporalmente inamovible, basta de remover conciencias políticas; si hay que aletargarse, pues hagámoslo todos, sesteemos políticamente en la placidez del desastre. Así que me permito, en este mi espacio de libertad, renunciar por un largo tiempo a hablar de política, y derivar a otros espacios más importantes, al menos para mí.




Hace tiempo leí un libro, “La mirada del lobo”, del que, como siempre, les resalto un párrafo, por si les place leerlo, que decía “El hombre aún pensó, mientras volvían a cerrársele los ojos al calor de la hoguera, ¿había hecho bien trayendo al lobo? Y, de repente, otra idea asaltó su cerebro somnoliento. Tal vez el lobo también estuviera pensando si había hecho bien viniendo al fuego del hombre”. Si tuviera que definir que es la amistad, no podría, si tuviera que explicarla, no tendría palabras, pero si me dijeran que facilitara una imagen, todo sería sencillo, no tendría más que fotografiar a uno de los miles de cuatro patas peludos que conviven con nosotros a diario.-

Desde el momento en que entran en nuestro espacio de vida, en nuestra vorágine de conflictos y problemas, desde la primera mirada, renace el vínculo entre hombre y naturaleza, y comienza un camino que nos cambia la vida, la forma de ser, la visión del entorno y la comprensión de la vida. Se inicia un club restringido, selecto, con socios que saben ya valorar la verdadera amistad, porque la sienten a diario, y que guardan celosamente su secreto para evitar que los no iniciados puedan perturbar, con sus insidias, sus mentiras y complejos, su felicidad. Quien pretenda estudiar esta relación sólo encontrará un muro de convencionalismos; en este teatro mágico hay que entrar, y cuando te hayas en él, nunca podrás salir.-

La amistad que se inicia en cada trote, en cada paseo, en cada aventura, de pocos metros o de muchos kilómetros, nos devuelve al milagro de la vida, a la vivencia de la existencia cotidiana, a los encuentros apasionantes, al frescor del rocío o al miedo a la tormenta, al encuentro sincero con otro peludo, de amistad o de ira, de juego o cortejo, pero siempre trasparentes, sin doblez ni falsía. Y el compañero dos patas, mira y aprende.-

Por cada día atormentado, por cada encuentro molesto, por cada problema inducido, siempre está, al término de la jornada, esa mirada plácida, inquieta a veces, comprensiva y tolerante. Por buenos o malos que seamos, siempre encontramos un alma que ve lo mejor que hay en nosotros, que nos da, sin pedir nada, paz y tranquilidad de espíritu.-

Los reproches silenciosos, que los hay, los enfados pasajeros, pero siempre la seguridad que por mucho que golpee la vida, por abandonados que nos encontremos, por aislados que nos sintamos, siempre hay un camarada a nuestro lado, rápido en el perdón, ágil en la comprensión, incondicional en el amor; un ser que no conoce la traición, ni el abandono, ni entiende la perfidia ni la quiere.-

Por cada hipócrita juzgador que nos rodea, disfrazados de consejos bienintencionados, por cada miserable de nuestro entorno, por cada traidor que acecha en las sombras de la vida, el que es acompañado por su lobo, sabe que nunca está sólo, nunca está perdido, nunca está condenado. Escolta de niños, cuidador de ancianos, vigilante de vidas, ojos de ciegos, apoyo de dolientes, compañero de juegos, protector de indigentes, hurtador de miedos y, por encima de todo, amigo siempre. Si veis a alguien que ame la vida, miradle bien, porque casi todos llevaran algún pelo animal consigo, porque es fácil amar la vida si la fuerza de la vida está a tu lado.-

Y en cada monte, en cada árbol, en cada amanecer, en cada luna llena, sé que hay aullidos reprimidos por los amigos que se fueron, porque pese a lo aprehendido, aún pesan en los bípedos, la mochila de convencionalismos arrastrados. Pero al menos, en cada ladrido oído, en cada gruñido soterrado, en cada mirada mantenida, aprendes.-

Sea este mi homenaje a la amistad, a la sinceridad, a los compañeros peludos que hacen menos duro el tránsito en esta tierra, a los que ya se fueron y a los que aún están. Y si cuando la Dama del Alba me lleve a otros lares no encuentro mis lobos, que cambie de ruta, que a mal sitio habré arribado.-