lunes, 13 de febrero de 2012

MUTACION


Sé que soy un poco masoquista, y así debo confesarlo;  la depravación que he alcanzado me llevó a seguir el discurso de investidura y las intervenciones de los diversos grupos parlamentarios, con la excepción de los mugidos de esas alimañas que se han colado en el Congreso de los Diputados con al anuencia de nuestro nunca bien despedido Sr. Rodríguez Zapatero, al que deseo que encuentre tanta paz donde vaya como la que aquí ha dejado al irse. Seguí los discursos del candidato a Presidente del Gobierno, el de la diputada de UPyD y el del diputado de Foro Asturias con cierto gusto, y el resto, lamento decirlo, con mucho hastío, al escuchar los mismos argumentos que nos han llevado a la debacle en la que estamos inmersos hasta el corvejón. Cuando terminó la función no pude menos que recordar una frase de las Memorias del Mariscal Rommel que decía “De todos modos, hay una cosa clara: resulta intolerable que el destino de toda una nación dependa de la terquedad de unos pocos. Debe existir un límite, ya que de lo contrario ocurrirían las cosas más fantásticas, sin que nadie las viera venir”.

             Y si la letra de la partitura del recién presidente era pegadiza, qué quieren que les diga, la música me parece que desafinaba. Y según han ido pasando los meses, separando los dedos del teclado para darle un margen de confianza, en este momento me recorre un escalofrío al observar que la primera impresión que tuve al oírle no iba en absoluto desencaminada. Es cierto que el gobierno que usted ha constituido tiene un nivel, en apariencia al menos, que dista unas cuantas galaxias de que nos tenía acostumbrado su predecesor en el cargo, es verdad también que el Sr. Zapatero ha dejado un país al borde del abismo político, de la bancarrota económica y del hundimiento social y le reconozco que la tensión ciudadana está aumentando exponencialmente. Todo esto es así, pero lo cierto es que estamos en guerra, todavía no la de obuses y misiles, que todo se andará, sino otra, quizás menos sangrienta, pero en la que las bajas ya se cuentan por miles, en hambre, hogares perdidos, familias desahuciadas, parados, suicidios y desastres. Si usted pensaba que con hacer lo mismo que su compañero de partido y antecesor en el cargo lo tenía resuelto, está absolutamente desorientado y me temo que van a ocurrir las cosas más fantásticas posibles en este país cuando nos veamos con más padecimientos que los que están sufriendo los griegos. El desastre es de tal calibre que no sirve un mero gestor, que sólo iba a convertirse en el mamporrero de las políticas del iluminado que hemos padecido.

             Sinceramente lo lamento por usted, pero las medias tintas, lo políticamente correcto, las chuminadas al uso, o se acaban o más nos vale hacer un curso intensivo de paracaidismo sin paracaídas. Así que, o usted rebusca en su interior, o en su biblioteca, o en donde le vaga, y se muta en un líder radical, en un Churchill que nos saca de este lodazal, por mucho que eso le cueste las elecciones andaluzas o las de dentro de cuatro años, o se acoge a esas jubilaciones tan mullidas de las que ustedes disfrutan, o a este tinado que nos cobija se le vienen abajo los muros y no va a quedar más que un erial en el que sacar a pastar a las ovejas en las que parece que nos hemos convertido los españoles.

             No es tiempo de complejos, ni de vaciles, ni de parches, y, lamento decírselo, usted está siguiendo muy mal camino.

            En primer lugar usted yerra en sus complejos; si espera comprensión o apoyo del PSOE, de las estructuras sindicales o empresariales, de los partidos nacionalistas, o de la banca más le vale hacerse ya el sepuku político y dar paso a otros correligionario que esté dispuesto a levantar la piedra de Sísifo. Eso son estructuras de puro poder a las que sólo les interesa mantener la situación de privilegios que han conseguido o alcanzar el poder para aumentarlos.

             En segundo lugar desacierta en la causa del problema. La alhóndiga política, el chiringuito institucional, el garito autonómico, es insostenible, es una horno incinerador de recursos, es puro gasto sin límite, es la atarjea que nos lleva, nadando en un fango que apesta a mamandurria y corrupción, a una poza fétida de la que podemos tardar lustros en salir. Siga usted cortejando a esos reinos de taifas y terminará cornudo y apaleado como un nuevo personaje de opereta bufa, para terminar su mandato recomendando a su sucesor hacer lo que usted no osó afrontar.

             En tercer lugar le recuerdo que seguir sin más los consejos francos o germanos le lleva, al paso de la oca, al presente desastre griego o al futuro portugués, metiéndonos a todos en ese Cuarto Reich que tan próximo veo y cuyo aliento sienten ya los países centroeuropeos. Usted debería tomar las riendas de este potro desbocado en el que cabalgamos, que este es un pura sangre más que un percherón alsaciano, y hasta en la lejana Austria utilizan la doma española.

             Deje de acogotar a las familias con subidas de impuestos, reduzca el gasto donde usted sabe que puede hacerlo, cumpla su programa con el que se comprometió con los que le votaron y asuma la responsabilidad de este momento histórico.

             Espero que Rommel tuviera razón y que ya estemos en el límite de la terquedad de la casta política que tenemos, porque los espectros que acechan son tan fantásticos que no creo que estemos preparados para afrontarlos.