lunes, 27 de febrero de 2012

EL ARADO


Llevamos días desayunando, comiendo y cenando con la reforma laboral, que es muy revolucionaria según nos han vendido, y desde entonces sufro un empacho, una indigestión, un hartazgo de esta casi galáctica reforma… Lo triste es que cuando miro alrededor, sólo veo tristeza, frustración y resignación de un pueblo aconejado, indiferente y rendido ante el desastre presente, y en el que me viene una frase de una novela titulada Musashi que decía “…Deberías evitar la tentación de creer que tus sueños sólo pueden realizarse en algún lugar remoto. Si piensas así, no aprovecharás las posibilidades que ofrece tu entorno inmediato. Me temo que la mayoría de la gente lo hace, y el resultado es que sus vidas no les satisfacen.” Aplíquenlo a la faceta de la vida que deseen, pero en lo que hoy pulula por mi morra, siento que tenemos a miles de personas soñando con un mejor futuro laboral fuera de nuestras fronteras y a otros miles, los que no pueden planteárselo, pensando más en la vida que tuvieron, que ya tan lejana parece, que en afrontar este negro presente.

El abismo que separa la clase dirigente y el pueblo está alcanzando unas cotas abisales; la falta de percepción de la realidad de unos políticos atrincherados en sus sedes pagadas con el dinero de todos los ciudadanos me aterra casi tanto como la impasibilidad en la mirada de unos sufridos contribuyentes que después de exprimirles un poco más el bolsillo, ven como tienen que sufrir un nuevo recorte en su protección social a cambio de humo, y que a los que ahora dicen representarles con gritos estridentes en la calle, estuvieron callados y agazapados en sus sedes mientras se acercaba el cataclismo bajo la batuta del Sr. Zapatero.

No le niego que la reforma laboral era necesaria; un sistema laboral derivado de las políticas franquistas casa mal con un mundo efervescente y global y un país que quiere ser democrático. Pero una vez más, y van demasiadas en estos escasos tres meses, ustedes sacuden de nuevo al débil y dejan indemne al fuerte, y, ya de paso, defraudan a las víctimas y validan la política antiterrorista seguida por el Sr. Zapatero. Mal camino lleva Sr. Rajoy, muy malo. O terminan con sus complejos y los de su partido, o ustedes no van a arreglar nada; sólo van a poner alguna cataplasma que mejore un poco a este enfermo mortecino en el que vivimos, y le insufllarán un poco de oxígeno para ir tirando algunos años más y que no se acabe el momio político. A ver si se enteran ustedes… Nunca van a caer bien al partido socialista y nunca les van a ayudar en nada, más bien al contrario. Nunca van a gustar a los nacionalistos, que sólo ven en ustedes a los que pueden enderezar un poco este desastre para seguir con el latrocinio, deporte que si no es ya olímpico, debiera serlo por la cantidad de seguidores que tiene. Olvídense de banqueros, sindicalistas o grandes empresarios, que son grupos de presión que buscan su propia rentabilidad. Su obligación es hacer política para regenerar el país, para los ciudadanos, y si quieren hacer amiguitos, lo dejan, cruzan la calle y los buscan tomando cañitas en el Madrid castizo, que igual se hermanan con algún banquero libre de servicio o con algún sindicalista que, finalizado el mitin de rigor y siguiendo los dictados de la arenga, está en la tasca dándole al frasco. O eso, o la tragedia de este país es que ustedes están dispuestos a mantener un sistema de alternancia en el poder en la que nadie se apee del pesebre y sigamos pagando los mismos miserables de siempre.-

La reforma que han aprobado no va a crear empleo, ni un solo puesto de trabajo como Vd. muy bien sabe, porque el mayor problema del empleo es el coste laboral, y la única manera de reducir ese coste es bien bajando los salarios a los babiecas y lerdos de siempre, bien reduciendo las cuotas empresariales a la seguridad social. O agarrota más a los ciudadanos o reduce el gasto faraónico de las distintas administraciones, especialmente la autonómica, para no poner en peligro las prestaciones sociales, o sube usted los impuestos, faceta suya desconocida pero que compruebo domina perfectamente. Voy a intentar explicárselo: Las empresas no contratan porque no pueden pagar el coste del trabajador, y si no despiden aún más es porque tampoco podían pagar el coste del despido.

Su reforma sólo reduce derechos por un lado; no elimina la opaca financiación sindical, al contrario, tira de billetera y les larga unos miles de euros para intentar aplacarles; tampoco fortalece la acción sindical en las pymes con lo que mal lo llevarán los trabajadores de las empresas pequeñas; crea más contratos en la vorágine existente, uno incluso con un periodo de prueba de un año, que largo me lo fía usted; en resumen, otra vuelta de tuerca a los curritos, mientras sigue soltando billetes para la orgía financiera y consiente el desmadre autonómico. Si hay que hablar de las indemnizaciones, si hay que reducirlas, hágase un nuevo estatuto laboral, adaptado a las necesidades del país, pero en la que el esfuerzo sea de todos, administración, empresas, sindicatos y trabajadores. Diseñe usted las líneas maestras del modelo productivo, de las relaciones laborales y sindicales, analice los costes empresariales, modifique las leyes de procedimiento, pero no de una sola parte. ¿Qué hay del contrato laboral único? ¿Y de las indemnizaciones progresivas? ¿Y qué pasa con las cotizaciones empresariales auténtico motor de la deslocalización de empresas? ¿Y del desmadre normativo autonómico en prevención de riesgos? Podría seguir hasta el día del juicio final maya, que no está tan lejano, pero siga usted por este camino y ni siquiera va a quedar país para verlo. Siga los dictados de la multinacional financiera que gobierna ya en media Europa y conseguirá rematar la faena que dejó inconclusa su predecesor, llevándonos al fascinante mundo del infierno griego.

Quizás Sr. Presidente debiera meditar sobre otra frase del libro que he citado anteriormente y que dice “… Vuestra espada es vuestro arado. Cuando trabajéis en los campos no olvidéis la invasión. Cuando penséis en la invasión, no olvidéis vuestros campos. Todas las cosas deben estar equilibradas e integradas. Lo más importante de todo es que no os opongáis al camino de las generaciones sucesivas”. Mantenga Vd. el equilibrio social, piense en las generaciones venideras, y si hay ajustes duros que sean justos para todos, y así podremos seguir con el arado, que hay mucho tajo que afrontar, porque si un día se sacan las espadas lo lamentaremos todos.