jueves, 26 de septiembre de 2013

DOLOR AJENO

     Hace pocos días terminé la novela “Circo máximo. La ira de Trajano”; además de disfrutar de su lectura, les reconozco que algunas frases se quedaron orbitando en mi memoria, y en concreto, una que vinculé a un documental emitido por TVE2 este mes de septiembre. El párrafo, puesto en labios de Trajano, decía “Nada resiste el paso del tiempo si no es sobre una base sólida de tradiciones y costumbres que se pasan de una generación a otra y son respetadas por los más jóvenes, que de nuevo las ponen en marcha”. El documental, que pueden verlo en el siguiente enlace (http://www.rtve.es/alacarta/videos/la-noche-tematica/noche-tematica-juego-muerte/2026428/), repite un experimento realizado por Milgram en los Estados Unidos en los años 60, que pretendía estudiar el grado de obediencia ciega de ciudadanos corrientes ante una autoridad, sin ninguna coerción física, causando daños que pueden ser letales a una persona inocente. El experimento explicaba las conductas de ciudadanos “buenos”, amables, educados, correctos, lo que todos llamaríamos “buena gente” que en un momento determinado son capaces de cometer genocidios sólo por las órdenes recibidas. De los sujetos analizados en aquel experimento realizado en la universidad de Yale, sólo un 40% fueron capaces de anteponer su humanidad a las órdenes recibidas, de asumir su bagaje moral, de enfrentarse a órdenes injustas, de enfrentar a la presión social y jerárquica del líder, del dirigente, sus propias convicciones; estimados lectores, la mesta no ha muerto, sólo que ahora pastorea personas.-

     Aquel experimento demostraba que los valores de los que tanto presumimos sólo son una capa liviana y frágil que encierra al monstruo que llevamos dentro. Para aquellos que creen que el horror nazi era producto de un estado policial, que el genocidio estalinista era producto de las bayonetas, que las fosas repletas de Paracuellos o los muertos en cunetas en uno u otro bando en la Guerra Civil era producto de una fuerza irresistible, que vayan despertando. La Gestapo, por poner un ejemplo que todos conocemos, no era un cuerpo masivo; no había un hombre de cuero negro en cada esquina. Ni siquiera era una consecuencia de las ideologías, por mucho que algunas se nutran del horror y la sangre. No, era consecuencia de la obediencia bovina de los ciudadanos, de su complicidad, de su apoyo expreso, y eso transmite la culpa de los verdugos a los que los obedecen.-

     El experimento recreado hoy en día es aún más tenebroso. Hoy en día, sólo un 20% se resistieron a las indicaciones perversas del teórico líder. Pero es más grave aún. Al recrearlo, se ha añadido un público necesario para el contexto en que se sitúa. Ese público, que ni siquiera participa, jalea el dolor ajeno, quiere que se siga dañando. El Circo Máximo no ha desaparecido, está en nosotros, dentro, profundo, íntimo, y aflora con fuerza a la menor señal. No, no nos diferenciamos de la masa vociferante que grita pidiendo sangre, que exige muerte, que ríe del daño al otro.-

     Nuestra muy civilizada sociedad es más sumisa que la de los años 60; nos manipulan más, somos más corderos, somos, en definitiva, peores. Se destroza la educación eliminando historia, filosofía, literatura, todas las materias que permiten reflexionar, meditar, pensar. Junto con la reducción vienen las falsedades históricas, la elevación del mito al hecho. Los medios de comunicación se convierten en ventiladores de lo cutre, lo insano, lo malo. Los niños deben dejar de serlo pronto para convertirse en muñecos consumidores preadolescentes. Los adultos deben sumergirse en lo más miserable que se les pueda ofrecer, y lo más importante, no deben pensar más allá de lo que les dicen, no pueden pensar distinto, no deben cuestionar al líder… ¡Más soma por favor!.

     ¿Y aún se extraña de lo que ocurre a su alrededor?. Si quiere engañarse, ¡hágalo!. Sigamos la senda del pasto que nos ponen, obedezcamos como borregos, que nos manejen, nos manipulen, nos engañen. Sólo se mantienen las tradiciones y costumbres superficiales, vacuas, inútiles. Las otras, las importantes, las esenciales, ya han desaparecido, ya no se trasmiten luego la sociedad, tal y como la conocimos, está agonizando.

     Decirle que piense en esto, que vea el documental, quizás sea intento vano. Seguiremos siendo borregos, obedeciendo ciegamente aunque sepamos de lo injusto de la acción. No hace falta pulsar el botón hasta el final; basta con seguir ciegamente las órdenes de los dirigentes, de no contrastar con nuestros principios las órdenes recibidas, con no ofrecer la mínima resistencia a sus instrucciones. Y no hablo de infringir la ley, de lanzar adoquines, no, sólo de recuperar valores en nuestro día normal, en no asumir en los puestos de trabajo órdenes supuestas que perjudican a terceros, en los partidos políticos de aplicar los valores de los que presumimos, sin aceptar per se listas blancas generadas por la estructura, en la vida privada no aceptando presiones sociales manifiestamente injustas. Pero no me hago ilusiones, ¡qué quieren que les diga! Así que si este es el mundo que estamos construyendo, prefiero recordar a Diógenes y pensar que “cuanto más conozco a la gente más quiero a mi perro”