miércoles, 16 de marzo de 2011

EL DOMINO (II)

En el anterior artículo traté de plasmar mi visión, por supuesto siempre subjetiva, de los hechos que están ocurriendo en el mundo islámico; quería transmitir mi sensación, quizás intuición, quizás mera desconfianza atávica, de que nos encontramos frente a una partida de dominó, o puede que una partida de cartas, en la que frente a los tahúres se encuentran unos dirigentes inútiles y pardillos, absolutamente incapaces de prever los movimientos sociales y políticos de nuestro entorno. En el mundo romano, el mar Mediterráneo era la arteria por el que fluía la cultura y civilización grecolatina. En una obra titulada Las Ciudades de la Edad Media se dice que “su repentino empuje [referido al Islam] destruyó el mundo antiguo. Se acabó la comunidad mediterránea que se agrupaba a su alrededor. El mar cotidiano y casi familiar que relacionaba todas sus partes va a convertirse en una barrera entre ellas”.

           En resumen, el Islam, en su fase expansiva y colonizadora, destrozó las rutas de suministros del Mare Nostrum e hizo retroceder a Europa varios siglos en su evolución. Y miren ustedes, los siglos han pasado, de los romanos ya hay toda una generación que debe pensar que son un equipo de futbol, como creen que Witiza es una marca de zapatillas, pero el hecho cierto, persistente, recurrente, es que, si bien el Mediterráneo ya no es la arteria principal para Europa en la que fluyen cultura y bienes, sigue siendo su bajo vientre, y por mucho que pensemos en un mundo global, los vecinos, qué quieren que les diga, están muy alterados. Por muy molestos que sean, por muy superior que se crea esta sociedad occidental, por muchas declaraciones pseudoprogres que nos vendan, se está generando un alud para el que no nos han preparado, adormecidos con tanta alianza de civilizaciones y sandeces parecidas, en boca de unos retroprogres de mierda (con perdón) con el silencio de los cutres señoritos del cortijo; vamos los de siempre, especímenes todos que sólo piensan en alcanzar el poder para seguir exprimiendo nuestros bolsillos; ¿no opina Sr. Rodríguez Zapatero o usted, Sr. Ruiz Gallardón, que los ciudadanos tienen cara de limón de tanta pecuniaria explotación?


          Lo grave es que la civilización occidental se mueve por energía; no sólo coches, fábricas o casas; la tecnología, el desarrollo, el estado de bienestar, se mueve, mantiene y desarrolla a golpe de kilowatio, a chute de gasolina o a inhalación de gas. Somos una civilización yonqui de julios, de caballos de vapor, de centímetros cúbicos y amperios; y gracias a la irresponsabilidad y miopía de los políticos que padecemos para nuestro infortunio, las principales fuentes de suministro de energía que utilizamos (petróleo y gas) están en países inestables y, muchos de ellos islámicos.

          Cuando en el año 2009 escribí el libro sobre la crisis económica española, libro no publicado, sin duda debido a su baja calidad, partía del convencimiento, que hoy sigo manteniendo, que la crisis económica mundial fue, en gran medida, una crisis del petróleo, con una elevación de precio tan salvaje que puso al descubierto las entretelas de un sistema económico que necesitaba un saneamiento intenso. Y cuando proponía la implantación del hidrógeno como combustible de los vehículos, la energía nuclear como generadora de electricidad, la creación de puertos ferroviarios, en fin, una serie de medidas de implante progresivo, de bajo costo para los ciudadanos, de futuro, ya suponía que este Gobierno nefasto era incapaz de cualquier medida que no suponga más que el asalto a los bolsillos de los ciudadanos. Y así estamos, aguantando las subidas de la luz, que encarecen los costes de producción de nuestras empresas y arruinan a las familias españolas, que ya se sabe que este gobierno sangra a los ciudadanos para dar la guita a la banca. Eso sí, nos arruinan mientras podemos contemplar un paisaje de molinos de viento y paneles solares de eficacia más que dudosa, pero eso sí, caros, caros, caros. Y ya puestos, a fomentar el coche eléctrico, un producto para aquellos ricos que quieran un vehículo para moverse por la ciudad, porque para más no da de sí. Sospecho que el verdadero interés es mantener los beneficios de la gigantesca industria petroquímica y seguir desecando nuestros bolsillos, que de alguna parte hay que sacar para tanto apesebrado y político sanguijuela. Y ya puestos, que para algo la tela es de otros, enriquecemos a ciertos países, o más bien, a sus cúpulas dominantes y, ya puestos a hacer negocio, que nos compren los tanques destinados a nuestro ejército; así un día los podrán utilizar frente a sus propios ciudadanos (o frente a nosotros, quien sabe) y el politiquillo de turno podrá llorar lánguidamente y clamar en defensa de los derechos humanos. Claro, que a lo peor, nuestra flamante Ministro de Defensa, a la vista de la falta de seguratas suficientes para los cuarteles, prefiera venderlos, no sea que se los roben alguna de las mafias que por la piel de toro campan a sus anchas. Es lo que tiene pasar de pacifista a generala de los tres ejércitos en lo que se tarda en coger un teléfono para aceptar un cargo, que ya se sabe que la púrpura atrae mucho.

          Y ahora, con lo que está ocurriendo y lo que puede ocurrir en cualquier momento, con una cultura expansiva, agresiva, y contrapuesta a la occidental, con la llave de la energía en sus manos y una larga, dolorosa y sangrante revolución por hacer, en estos lares estamos sin haber hecho los deberes, eso sí, después de favorecer los dividendos de las grandes corporaciones financieras e industriales. Y ¿qué hace el Gobierno? Nunca se me hubiera ocurrido… Bajar la velocidad de los vehículos… ¡Qué portentos!